Piensa que el 2025, este mes de abril, solo va a suceder una vez. Una vez que pase, habrá pasado. Es algo obvio. También inexorable. Sucederá y no habrá vuelta a atrás. Por eso, ¿cómo vas a vivir esta Semana Santa?
Se me ocurre que, si no eres creyente, te dejes inundar por el olor del incienso, la belleza de las imágenes sagradas, la estética de un espectáculo multisecular con su liturgia, sus bandas y agrupaciones, el bullicio y la alegría de las calles… Quizá en esa inmersión puedas descubrir humanidad, amor, entrega sincera de la vida por otros. No serán días mal empleados si descubres o si tienes experiencia de todo ello.
Y, si eres creyente, aun con todo lo anterior, vivirás una experiencia más profunda porque será más radical. El Domingo de Ramos contemplarás cómo Cristo elige libremente su destino y entra en Jerusalén aclamado como Mesías; como aquel en quien se cumplen las Sagradas Escrituras. Llegará el Jueves Santo y, con Cristo, te pondrás de rodillas para servir a los otros, especialmente a los que más cerca tienes. En el Viernes Santo, el silencio inundará tu alma y tocarás tantos dramas como asolan nuestro mundo. El silencio será expresivo de un grito mudo. Muerte. En el Sábado Santo te preguntarás, ¿todo esto tiene sentido? Y esperarás que así sea. Llegará la noche del Sábado, en la alborada del domingo, y descubrirás con gozo que el gusano será mariposa. Para ti serán días de oración, de alegría por promesa cumplida, por encuentros que incoan la plenitud resucitada, de celebración de una eucaristía siempre presente y eterna. ¡Aleluya!