Juan Villegas

Eudaimonía

Juan Villegas


Fines y no medios

15/11/2024

Hay modos de obrar, formas de ser y de vivir que hacen florecer las vidas de las personas y que ayudan, de alguna manera, a que la humanidad en su conjunto también lo haga. En cambio, otros modos o formas las hacen languidecer, marchitar o consumirse. Esta es la diferencia entre el bien y el mal. Cada día cada uno de nosotros tenemos ocasión de encontrar ejemplos de unas y otras, en nosotros mismos y a nuestro alrededor, y de enfrentarse al veredicto de la moral que sentencia sobre el valor de las acciones humanas, sobre si son de las que nos hacen brillar o, por el contrario, de las que nos abaten. Y aunque no es fácil y requiere grandes dosis de humildad, fortaleza y, sobre todo, esperanza en la naturaleza humana es necesario someter la acción humana al tribunal de la ética y la moral. 
No soy kantiano, pero reconozco que hay aspectos de ética kantiana que me parecen realmente dignos de ser tenidos en cuenta. Kant, en su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres, indaga sobre el valor moral de las acciones y para ayudarnos a comprender la fina distinción entre los distintos tipos utiliza un ejemplo ya muy conocido. Describe a un comerciante que no cobra más caro a un comprador inexperto, manteniéndole el precio sin aprovecharse de su ignorancia o inocencia, siendo el motivo que lleva a actuar de esta manera al comerciante el mantener su reputación para no perder clientes. Junta a esta manera de obrar estaría la del tendero que le pide al comprador el precio que corresponde, también sin aprovecharse del inocente comprador, pero movido en este caso no por ningún tipo de inclinación emocional o interés, sino única y exclusivamente por la convicción de que esa manera de hacer las cosas es su deber. Al primer modo de actuar llama Kant obrar conforme al deber y al segundo obrar por deber, distinción que le lleva a escribir que si bien en el primer modo de actuar no podemos decir que haya actuado mal, sin embargo, la calidad y valor moral del segundo es mucho mayor que la del primero, y eso es así porque en el tendero que cobra el precio sin engaño y sin perseguir más fin que el de obrar según el deber no está considerando al otro y las circunstancias que lo rodean como un medio sino como un fin en sí mismo. 
Desde la distancia algunos asistimos estos días al transcurrir de la catástrofe de Letur y especialmente, por su mayor gravedad, a la de Valencia. Se suele decir que en la desgracia aflora lo mejor y lo peor del ser humano y Valencia no ha sido una excepción. Ha habido quienes han aprovechado la calamidad, la indefensión y la desprotección en la que han quedado miles de personas para saquearlas y desvalijarles negocios y viviendas. Ni qué decir tiene que este tipo de acciones, que Kant llamaría contrarias a cualquier forma de moralidad (y, por supuesto, legalidad) deshumanizan a sus autores y siembran la desesperanza.
 Habrá también quienes durante estas dos semanas hayan prestado su ayuda de mil maneras distintas. Y eso es y será siempre digno de elogio. Pero si pudiésemos adivinar las intenciones de algunas de estas personas quizás tras algunas de sus acciones nos encontraríamos con una voluntad empeñada en alcanzar algún beneficio particular o partidista. Se ha comentado en los medios el caso de algunos influencers que han estado generando contenido en directo desde la zona cero de la tragedia. ¡Claro que hay que valorar su colaboración! pero, sin entrar a enjuiciar a personas concretas, Kant nos recordaría que la calidad moral de esa ayuda no llega a la excelencia. Capítulo aparte merecería la valoración de la acción política, sometida también, por mucho que algunos no quieran, a la valoración moral: ¿han sido consideradas las víctimas como un fin en sí mismas o, sin embargo, han sido instrumentalizadas, consideradas únicamente como un medio para alcanzar otros fines?
Estoy también convencido plenamente de que la mayoría de quienes han acudido a las calles de Paiporta, Algemesí, Catarroja, Alfafar, los movía única y exclusivamente la conciencia moral del deber de ayuda. Estos quedarán en el anonimato para siempre, nadie los recordará, nadie hablará de ellos, no se les aplaudirá ni se reconocerá su trabajo. Ha sido gracias a ellos por los que la humanidad luce algo más el día de hoy, ellos son la razón de una primavera anticipada en Valencia, de un mundo más engalanado. Para ellos y su modo de hacer rebosante de calidad moral mi modesto homenaje.