Juan Villegas

Eudaimonía

Juan Villegas


El gesto

28/03/2025

A José Luis Sánchez Riera un beso le salvó la vida. José Luis formaba parte de un grupo de  cuatro agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que fue enviado en 2003 a Iraq para reemplazar al equipo destinado en este país  en una misión de información. En una emboscada, cuando regresaban desde Bagdad a Nayaf y Diwaniya, fueron atacados los dos vehículos en los que viajaban los ocho miembros del equipo tras la cual murieron siete agentes y en la que Sánchez Riera quedó herido. Cuando un grupo de iraquíes estaban a punto de acabar también con su vida apareció un hombre joven, bien vestido con una túnica azul petróleo, que se abrió paso hasta donde estaba el agente y le dio un beso en la mejilla derecha. Cuenta José Luis en una entrevista reciente concedida al diario ABC a propósito del libro que acaba de escribir en el que recuerda los fatales acontecimientos que se quedó de piedra. Después, el desconocido, sin pronunciar ninguna palabra, desapareció inmediatamente y la gente que estaba dispuesto a asesinarlo se marchó.  Al poco tiempo, apenas pocos minutos después,  apareció otro grupo de personas  que se ofrecieron a ayudarle. Un beso, sin más, sin palabras, sin interpelaciones, sin enfrentamientos, sin necesidad de tener que discutir ni increpar a nadie.  Un beso y todo cambió de inmediato. Quien estaba al borde de una segura ejecución fue rescatado de la muerte y devuelto a la vida. ¿Quién dirá, entonces, que los gestos no son importantes o son intrascendentes? 
   Los gestos es el lenguaje con el que habla nuestro cuerpo. En algunas ocasiones comunican más y mejor que las palabras que pronunciamos o que escribimos. Los gestos pueden arruinar discursos enteros, vaciar de credibilidad a las palabras. Una simple mueca, un movimiento de cejas, una mirada lanzada a ninguna parte mientras otro habla pueden desprestigiar palabras y discursos muy cargados de verdad. También puede ocurrir lo contrario, y  pueden servir para dar rotundidad y solemnidad a palabras vacías. Hay cosas, realidades, que no se pueden decir, que son impronunciables, inefables. Hay realidades que no se dejan comunicar a través de las palabras, que se quedan cortas, que no llegan, que lo real desborda sus límites. Y, sin embargo,  en ocasiones, allí donde no llegan la palabra lo puede un gesto. Lo que por su propia naturaleza es invisible y no se puede ver se hace accesible por medio del lenguaje del cuerpo. Los gestos son las palabras con las que el silencio pronuncia lo invisible e inefable. 
Las palabras expresan ideas,  pronuncian y comunican el pensamiento. Necesitamos el lenguaje verbal para elaborar argumentos, para dialogar, para entendernos y entender cómo es el mundo que nos rodea. Las palabras son las puertas del pensamiento y de la reflexión. En cambio, los gestos revelan los estados de ánimo, hacen visible el alma. Por eso se dice que el rostro es el espejo del alma. Nuestras caras, sus rictus y, por extensión, nuestro cuerpo entero, ha ido siendo esculpido y pulido por nuestra alma a lo largo de los años. Las alegrías que hemos vivido, los sufrimientos que han tenido que soportar nuestras espaldas, los amores, los fracasos y los éxitos, las decepciones, los triunfos han grabado sus muecas en nuestro cuerpo, en cómo se mueve, cómo anda, cómo habla o cómo mira.  El cuerpo es la cara visible del alma y por eso a las personas se les puede conocer por sus gestos y por sus gestas, porque la acción es un gesto prolongado y mantenido. Lo que hacemos es expresión de lo que somos.   El filósofo francés Maurice Merleau-Ponty se ocupó con profundidad a lo largo de sus obras y especialmente en Fenomenología de la percepción de romper con la idea cartesiana de que la mente es lo que piensa y el cuerpo lo que ejecuta. En su lugar, muestra que somos seres incorporados que pensamos y sentimos a través de los gestos. 
Por último, no olvidemos que al igual que somos capaces de profanar las palabras, enmascarar y ocultar la verdad y el sentido con ellas, utilizarlas como armas para herir, también lo podemos hacer con  los gestos, porque hay besos que salvan vidas y también besos traicioneros  que las condenan. 

ARCHIVADO EN: Lenguaje, Petróleo, CNI, Irak