Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Y llegó la primavera

20/03/2025

Ya estamos en primavera. Las lluvias intensas y el frío de los últimos días han hecho que nos olvidemos de su llegada. El campo, no. Hay luz en el verdor del paisaje a lo lejos. Las margaritas, campanillas y otras flores silvestres visten de amarillo el horizonte; las jaras ya lucen su blancura y el romero no solo impregna todo con su olor, también con esos toques malvas que intentan hacerse ver entre tanto colorido. Las amapolas aún se resisten, pero llegarán en el momento oportuno, irresistibles a cualquier mirada con cierta sensibilidad.
Se ha sentado en una piedra enorme a un lado de un camino. Piensa que alguien la ha debido poner ahí, aunque sea absurdo su pensamiento, que lo es. Una piedra para descansar tras coger un manojo de espárragos crecidos a los pies de los olivos; una piedra gigante a modo de asiento real para sentirse poseedor de todas las montañas que hay alrededor, de ese paisaje que agradece el agua tanto como el cantautor que recorre los vagones del metro con una moneda. Y siente esa canción, en su descanso imaginario, lejos del asfalto que absorbe el mal humor de tantos en las horas punta; lejos también del ruido cotidiano que sólo se es consciente de lo insoportable que es cuando llega el silencio... A veces, la cotidianidad se empeña en dirigirte hacia la confusión. Y descubres que hace daño.
Siente que el tiempo no existe y se cree afortunado al estar sentado en una piedra al lado del camino sin importarle cuál es el destino, si es que lo hubiera. Aún hay charcos y la tierra está mojada. Observa las marcas grabadas de las ruedas de los tractores, profundas como las cicatrices de las heridas mal curadas. Entonces piensa que nunca la primavera estuvo tan bella como cuando nos la robaron. Y sin querer se va a aquel marzo, a aquellos días antes de su llegada, cuando nos encerraron en casa, nos invadió el miedo y nos cortaron las alas. 
Dos palabras se le vienen a la cabeza: libertad y muerte. La que no tuvimos; la que nos desgarró. Y piensa que no somos conscientes de lo vivido, que aún no hemos analizado que se nos fue una generación entera, que sigue el sufrimiento de los que tuvieron que luchar en primera línea porque no hubo elección, una batalla en la que cada día había muertos y más muertos; una lucha sin armas para defenderse, sin una estrategia para prevenir y vencer a un enemigo que no supimos ni por dónde venía.
La piedra es grande y se la imagina junto a él. Ella, tan fuerte, tan frágil a la vez, inmersa en ese caos mundial. Ella, guerrera a la fuerza en aquel otro marzo junto a este que siempre llegará con el recuerdo de la contradicción. Ya estamos en primavera, con el horror de ese otro marzo de hace cinco años, cuando nos despertamos y comprobamos que nuestra pesadilla era real; con este otro que nos muestra la belleza de un campo agradecido.