La tarde-noche del 15 al 16 de abril de 2019 el mundo entero mantuvo el aliento ante las imágenes que llegaban de París y más concretamente desde la catedral de Notre Dame, uno de los símbolos del cristianismo europeo, era pasto de unas llamas que hacían presagiar su destrucción total. Hace pocos días, el presidente de República francesa visitaba el templo en perfecto estado. La reapertura será un choque de esperanza, señaló Emmanuel Macron. El próximo 7 de diciembre será la vuelta a las misas en esa grandiosa catedral que ahora yergue con altivez su nueva torre. Estamos cerca de la Navidad y campanas y carillones del mundo se prestan a ello. El musical lenguaje de los bronces milenarios están dispuestos: históricas abadías, la basílica de San Pedro en Roma y la recién reinaugurada Notre Dame de París y cualquier famosa catedral a la más humilde iglesia echarán pronto al vuelo sus campanas magníficamente musicales, y sus múltiples sones convertirán al mundo en una divina casa sororal. La alegría de esta maravillosa fiesta que perdura a través de siglos se traduce hoy en cantos, en música religiosa y profana, distinto en cada país, bellísimos en todos ellos. Por qué no escuchar las melodías de las campanas que repican y vuelven a repicar: ¡Dios ha nacido! Es Navidad.
Ahora va a cumplirse un año que nuestro compañero Antonio Vallejo ingresó en la docta casa del Instituto de Estudios Manchegos y realizaba su ingreso con una lección magistral titulada Las campanas de torre y su ancestral lenguaje. El musicólogo destacaría una aportación más al conocimiento del paisaje sonoro tradicional:«Se transmitía información necesaria para el día a día de la población». El conocido 'toque a fuego' no solo alertaba de un incendio, sino que también decía cómo era el fuego, si estaba empezando o estaba en las últimas y en qué espacio se había provocado. No extraña nada ni tampoco a nadie que la Unesco declarase el pasado mes de noviembre que el toque manual de las campanas en España como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La torre qué corona la iglesia parroquial de Santa Catalina, en La Solana que es, ha sido y es mi afán de convivencia acrisolada por el tiempo, consta de tres cuerpos bien diferenciados. Fue proyectada por Juan Alejandro Núñez de la Barrera y coronada por el maestro Miguel Mestanza en los años 1746-1765. Sin duda alguna es la torre más esbelta y bella de nuestra provincia. Que se enteren de una vez los encargados, editores y difusores de nuestro patrimonio artístico. En el siglo XI casi todos los templos contaban con campanarios y campaneros. Algunos tuvieron un servicio especial porque tocaban a mano, colgado a sus cuerdas, a pie de torre con la fuerza de la resistencia que mantenían sus brazos y manos. Al que recordamos desde nuestra más tierna infancia con cierta veneración, además, fue a Gabriel Serrano de la Cruz, que se conocía el toque litúrgico del día. Y además fue el portador de la Cruz Guía en todas las procesiones de la mencionada parroquia. Para él solicitamos una placa vistosa en su memoria y recuerdo, ahora que la gente se ha animado a ver la torre desde sus alturas. Y en esas estamos.