Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


300 años de Kant: por una renovada Ilustración

19/04/2024

Karl Popper refiriéndose a la asombrosa manifestación del sentimiento popular ante la muerte de Kant escribió: «Sugiero que, para sus compatriotas, Kant se había convertido en la encarnación de esas ideas (las ideas de la Ilustración ). Acudieron para mostrar su gratitud a un maestro de los Derechos del Hombre, de la igualdad ante la ley, de la ciudadanía mundial, y, lo que es quizás más importante, de la emancipación a través del conocimiento». Estas  ideas y principios  que cambiaron el mundo del siglo XVIII y a partir de ese siglo el mundo del resto de los siglos que han venido después, las mismas por las que  tanto reconocimiento recibió Kant porque Kant hizo suyos los principios ilustrados y porque al repensarlos los enriqueció y profundizó,   quizás no despierten en nuestros días la misma admiración que en su día despertaron entre sus coetáneos.  Ni la obra ni el  peculiar modo de vida de este filósofo a medio camino entre la Edad Moderna y la Contemporánea conectan hoy con un modo de ser y de vivir alejado desde hace más de medio siglo de aquellos principios.
El próximo lunes, 22 de abril, se cumplirán trescientos años del nacimiento del filósofo prusiano Immanuel Kant (1724-1804) en  Königsberg, actual Kaliningrado, ciudad que pertenece a Russia desde que en 1945 queda anexionada a la desaparecida URSS. Nacido en una familia humilde Kant la recordará con sentimientos de enorme gratitud por la educación recibida,  siendo sus padres para él  ejemplos siempre de honestidad y sobriedad. De su madre escribió Kant: «Nunca olvidaré a mi madre, pues fue ella quien plantó y alimentó en mí el primer brote del bien, abrió mi corazón a las impresiones de la naturaleza, despertó y amplió mis conceptos, y sus enseñanzas, han tenido sobre mi vida un efecto perpetuamente saludable». Llevó una vida desprovista de aventuras, de sorpresas, de grandes emociones. Se ha dicho de él que su vida no estuvo cargada del  dramatismo existencial de otros filósofos. Llevó una vida normal, construida sobre una cotidianidad monótona de la que Kant no quiso escapar.  No viajó nunca fuera   de la ciudad  donde nació y durante toda su vida cumplió con metódica regularidad un horario estricto y riguroso:  se acostaba todos los días a las diez de la noche y se levantaba a las cinco de la mañana para preparar exhaustivamente sus clases y escribir, lo que le convirtió en un excelente profesor y en un genial pensador. Comía a la misma hora, siempre con invitados en su casa, y por la tarde paseaba todos los días a la misma hora con tal exactitud que cuentan que sus vecinos ponían sus relojes en hora cuando Kant salía a pasear. 
Si en un experimento mental fuésemos capaces de imaginar cómo sería hoy nuestro mundo sin lo que en él hay fruto de las obras de este filósofo,  la Crítica de la razón pura, la Crítica de la razón práctica, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica de juicio, Lo bello o lo sublime y La paz perpetua, posiblemente contemplásemos un mundo muy diferente al que tenemos, un mundo  indiscutiblemente algo peor.  Porque la Ilustración y Kant contribuyeron a reforzar  valores como la dignidad del ser humano y la igualdad de todos  fundada sobre su dignidad incondicional. Sin ellas no hubiera sido posible profundizar en la idea de una globalización del derecho y la defensa de un Estado de Estados para garantizar la paz universal y perpetua sobre la base de una leyes universales.  Hicieron posible tiempos buenos para el optimismo y  la confianza en la capacidades humanas, para creer en la posibilidad real de convertir este mundo en un mundo mejor. Vivió convencido del poder transformador de la educación rigurosa y del valor inconmensurable  del conocimiento y la libertad y  de que la realidad no se acaba en su pura apariencia sino que  esconde siempre tras de sí su último fundamento que la hace posible y al que el ser humano se dirige y se  abre  como sentido último de todo. 
La celebración de los trescientos años del nacimiento de Kant es una buena ocasión para  impulsar la revitalización de los principios ilustrados desde una revisión que sea capaz de enmendar y corregir aquello  que le llevaron a lo que incluso algunos ilustrados  han calificado como  su descarrilamiento. Es preciso ensanchar la comprensión de una racionalidad que hoy sabemos que entonces se quedó demasiado reducida, para hacerla mas cálida, más existencial, más espiritual.