Escribo esta columna desde la tristeza. No puedo evitar las lágrimas mientras una voz, su voz, la que tantos y tantos hemos escuchado durante años en el programa de Carlos Herrera, me dice que no lo haga. Pero no puedo obedecer. Los recuerdos se amontonan y aunque busco el pincel que dibuje la sonrisa en mi cara, me cuesta encontrarlo. Lorenzo Díaz, el periodista, el sociólogo, el escritor, el conferenciante, el amante de la gastronomía (fue Premio Nacional dos veces), el Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha, el hombre de la radio, de todas, se ha ido.
Cuando escribo estas líneas, la tarde del martes, la noticia aún no se encuentra en Google. Lo sé porque no me lo creo y busco con el deseo de no encontrar, pero es cierto. Desde el coche, un amigo, Josete Carcasés, me ha llamado para decírmelo. Onda Cero ha cortado su directo para anunciarlo. Se produce un silencio. Los dos sentimos este adiós; a los dos se nos vienen momentos vividos con él en El Escorial, donde participó como ponente y donde dirigió también interesantes cursos sobre televisión, radio y gastronomía. Sus grandes pasiones. Eran veranos gloriosos, de intercambio de ideas, de tertulias en el Felipe II, de catas de increíbles vinos que nos negábamos a escupir, de risas y aprendizajes. Cierro los ojos y ahí está... Ha llegado en autobús con su mochila. El tiempo se detiene. Las imágenes pasan… Lorenzo hablando, Lorenzo riendo, Lorenzo con los alumnos, Lorenzo en la cata de aceite, Lorenzo con el periodista Pepe Ribagorda y el actor Juan Echanove, Lorenzo con el rector Berzosa, con el general Ballesteros…Y lorenzo que me llama para que cuide a su pareja, Magdalena Valerio, exministra de Trabajo. Un día nada lejano, estando con los dos, escuché como él le decía te amo. Me sobrecogí por la ternura del instante, también porque hacía tiempo que no escuchaba esas dos palabras.
Estoy triste y lloro de corazón, porque cuando quieres, así, a secas, el dolor es grande. No hay explicación, no es necesaria. A Lorenzo Díaz le quería por muchos motivos. Quizá porque sin ser consciente influyó en mi decisión de ser periodista y seguí sus pasos, porque cuando nos veíamos sentía su calor, porque me gustaba que me hablara de su ayer… Y vuelvo a sentir su voz que me dice: "Toñeta, por favor, no llores".
Me contaron que de joven era inquieto, inteligente, rebelde, divertido y socarrón y que en cuanto pudo voló a Madrid. En mi casa permanecen algunos de sus libros como La televisión en España, La Caja sucia. Telebasura en España, La cocina del Quijote, en el que cita a mi tío Paco, o la biografía Luis del Olmo, protagonista, con sus dedicatorias. Ahora, también se me vienen a la memoria esos momentos.
Se ha ido tranquilo y rodeado de amor: sus tres hijos, Magdalena, sus hermanos. Siento frío mientras leo ese mensaje. Me acerco a la ventana y miro. Dicen que cuando alguien muere y llueve es porque su alma va directa al cielo. No sé el porqué, pero visualizo Solana del Pino, su pueblo, y siento paz.