Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Agradecer

14/11/2024

Camina despacio por la arena a miles de kilómetros de su país. No está descalza por respeto. La gente se sienta en el malecón, pero no se baña, y mucho menos las mujeres, que apenas dejan ver su rostro; muchas, tan solo los ojos. La vista es bella. Al atardecer, parece que alguien dibuja ese sol de un rojo intenso que se refleja en el mar y se va colando entre los rascacielos. Al caer la noche, las luces de esos edificios dibujan sueños en las aguas calmadas del Golfo. Ese lugar es especial, por sí solo, por las propias circunstancias de una primera vez, por este último regreso. Entonces, porque allí le llevó la vida cuando costaba respirar, cuando llegaron esos momentos en los que el aire falta, aunque sea el de siempre. Ahora, porque el recuerdo ha sido capaz de suavizar el desagarro; porque agradecer sigue siendo esa válvula que te hace sentir bien. 

No sabía que volvería al lugar donde la tristeza necesitó ser acunada; ni que regresaría para gestionar lo que cuesta aprender: las ausencias.  Menos aún que entre esa inquietud que preocupa encontraría el derroche de la alegría que entonces quedó congelada. Lucha de sentimientos que se abrazan.

Llegó a ese mismo lugar donde escribió su nombre sobre una orilla que no iba a ser borrada por las olas, y descubrió que ahí seguía, porque lo que uno quiere permanece, aunque no se lea, aunque no se vea. Letras eternas que hacen hueco a otras inesperadas mientras la vida avanza. Y te empuja.

Pasea con la tranquilidad que precisa el disfrute. Con los ojos muy abiertos. Con la inquietud emocional de lo nuevo.  Un destino, Sharjah, que estuvo a punto de truncarse; una decisión tomada en los últimos minutos. Y la vida te lleva donde quiere llevarte mientras tú intentas danzar al ritmo que te marca. Escribir el destino que quizá ya estaba.

Piensa y se siente afortunada. Y vuelve a mirar. Nadie se baña en esas aguas calmadas. Y mientras las observa, su corazón se aleja y va hacia aquellos miles de kilómetros desde donde partió, a esos pueblos valencianos, manchegos y andaluces donde se acabó la calma, donde la fuerza del agua lo arrasó todo. Barrancos y destrucción; muerte y desesperanza entre el barro en este hoy que costará reconstruir para creer en el mañana. Y entre medias, la incompetencia de los políticos que no están a la altura y esa incontrolada avalancha de informaciones falsas y mensajes crueles muestra de este momento tan polarizado y crispado. Pero se queda con el empeño de quienes saben estar al pie del cañón: el Ejército, la Guardia Civil, los bomberos, los policías…; y con esos ciudadanos de a pie, jóvenes y no tanto, que sí lloran y comprenden y ven y sienten y limpian y saben que son necesarios.

Se ha sentado para inmortalizar el momento, para poder mirar esa foto cuando se haya ido y recordar que la vida es un instante, que la calma se torna. Allí, lejos de su país, siente que tiene mucho que agradecer.