José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Destellos diferentes

22/10/2024

De nuevo la programación, lo que son las cosas, nos brinda otro muy jugoso juego de comparaciones nada odiosas. Dos películas de estreno en la cartelera, dos cineastas y dos universos enlazados por un mismo tema: la muerte inminente. Los destellos, de Pilar Palomero, zaragozana, 44 años. Y La habitación de al lado, de Almodóvar, 75, el manchego más internacional. La tercera obra de ella, premio en Donosti a una extraordinaria López Arnaiz. El filme 23 de él, León de Oro en Venecia con 17 minutos de aplausos y premio Donostia a su autor días después, en presencia oficial de quien denominó 'Míster guapo', como ya saben. ¿Recepción de la crítica? Favorable unanimidad ante la asombrosa película de ella. Y rendidas hipérboles casi generales, pero algunas reticencias para él.

El destello es un fulgor momentáneo pero también un resplandor que ilumina y un rayo verde solar poco frecuente: Julio Verne lo describió como un color que ningún artista podría jamás obtener con su paleta, y Rohmer le dedicó una de sus mejores películas de la serie Comedias y proverbios. Una habitación podría ser un espacio físico y mental, ocupado o vacío, limítrofe o en la planta baja, como la ocupada por Julianne Moore, en la bellísima Casa Szoke (construida por Aranguren & Gallegos en un bosque de El Escorial). Un luminoso título para nombrar una obra de fuertes emociones en espacios físicos oscuros y sombríos, rodada en un pequeño pueblo tarraconense de cuando la infancia de la autora; título igual más adecuado a la rutilante fotografía de la película rodada en Nueva York, de amplísimos ventanales, altísima decoración y un cromatismo visual apabullante, donde nieva en color cuando debe nevar e incluso para citar la obra maestra de Huston, Dublineses (Los muertos, título original).

Porque hablan ambos de la muerte que se acerca. La del padre y exmarido más bien fracasado, náufrago y escritor imposible (Antonio de la Torre), con una hija que ama y se involucra. O la de una famosa reportera de guerra norteamericana (Tilda Swinton), con una hija como si no existiera que acaba en presencia fantasmagórica (acaso lo mejor de la película) y una amiga entregada. Hablan de esperar el trágico final o de ir a su encuentro. De llegar a lo íntimo con sencillez, las palabras justas y las emociones que crecen, con elipsis y pocas explicaciones. O de hacerlo con abundancia de verbo y flash-backs, omnipresente música (suntuosa la de Alberto Iglesias), cinefilia explícita y algún sermón ideológico. (Oportuna cita almodovariana: la foto de Cristina Gª Rodero, Duelo. Canosa de Puglia, Italia, en el piso neoyorquino).

Ambos trabajos les retratan, aunque uno desde personajes muy comunes y otro desde ricos y famosos. Si en la directora la despedida es un emotivo baile padre-hija con la canción A tu vera, en Almodóvar la muerte es un esteticista fundido en amarillo y dorado.

¿Pueden deslumbrar las sombras y oscurecer el excesivo deslumbramiento? ¿Puede transmitir cercana calidez el acromatismo y gélida frialdad la belleza formal? Ustedes mismos.

ARCHIVADO EN: Venecia, Italia, Nueva York