O ¿quizás debería de haberse llamado federalismo o autonomía? Digo ello, por la sorpresa advertida el pasado 24 de septiembre con la publicación en el diario El País, del texto de José María Barreda, ¿Quién teme al federalismo?, que retoma temores parecidos a los sostenidos por Mike Nichols, con su película de 1966 ¿Quién teme a Virginia Woolf?, basada en la obra de teatro homónima de Edward Albee, y que contó con dos inconmensurables de la pantalla como Elizabeth Taylor y Richard Burton.
Texto, el de Barreda, que viene a coincidir con todo el debate abierto con la financiación singular de Cataluña, merced al pacto suscrito entre el PSC y ERC, para facilitar la investidura de Salvador Illa, a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña; y que otros ven como una excepción fiscal, de tal naturaleza y calado que haría inviable la ya dificultosa unidad territorial del Estado. Debate que algunos saldan con esa llamada 'vía federal', como razón de ser de las aplacables tensiones territoriales existentes entre independentistas, federalistas, autonomistas y centralistas. Texto que parte de una duda sostenida por «algunos constitucionalistas, al definir a España como un Estado casi federal». Concluyendo con la citada limitación del 'casi', como la de algo limitado e imperfecto, que algún día debería de cerrarse. Y ese cierre, nos propone el autor, es la 'vía federal', que, tras una prospección histórica muy cuestionable, se nos hace identificar con la democracia. Aunque tal simplificación de derecha-centralista e izquierda-federalista, cuente con la limitación de su operatividad en la medida en que, en el presente, requeriría «un pacto imprescindible entre el PSOE y el PP». La cuestión reflexiva sobre el federalismo ya la intentó el PSOE en Granada en 2013, sin llegar a ningún resultado visible en los once años transcurridos. Y así seguimos.
Y todo ello –las reflexiones federalistas– acontecen en pleno debate de la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha, que se viene negociando con un silencio sepulcral de un reducido grupo de conmilitones y capitostes, cuando es esta una cuestión que nos afecta más y de más cerca a todos que las galaxias federalistas esgrimidas por Barreda. Que olvida su condición de presidente de la comunidad, para haber introducido –cuestión tan de actualidad o más que el federalismo– alguna reflexión sobre los cambios a introducir en el nuevo Estatuto de Autonomía. Cómo salvar la despoblación regional, cómo abordar el envejecimiento, solucionar problemas como el agua trasvasada, las viviendas comprometidas y la ordenación territorial serían cuestiones más próximas a nuestras vidas que el futuro federal del país.