La Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) se ve sometida en los últimos años –como muestra el artículo de Silvia R. Pontevedra, en El País del 10 de marzo pasado– a un esfuerzo clarificador en todo lo concerniente al registro de marcas –títulos de propuestas de marcas– chocantes para algunos, malsonantes para otros.
¿Se debe registrar como marca comercial todo empeño del promotor, aunque pueda ofender al receptor con nombres y títulos chocantes o polémicos? Y, ¿dónde se sitúan los límites de la libertad de comercio, unida a la libertad de nombrar razones comerciales a gusto y antojo? Esfuerzo clarificador el de la OEPM que da cuenta, por otra parte, de los cambios y relajaciones en los usos del lenguaje al introducirse como marcas comerciales expresiones procedentes del otro lado del lenguaje convencional.
Por ello, la citada OEPM ha introducido la suspensión en el registro de la firma de la marca gallega de moda Putón verbenero. Que explicita –o explicitaba en el pasado herido– cierto carácter licencioso y jaranero de la mujer prostituida, sin pesar y con marcha y gracejo, en la referida expresión que pretendía erigirse en lo que en inglés es un brand o marca comercial.
Claro que la denominación cae de lleno en momentos de debate complejo, sobre la prohibición legal de la prostitución y, por tanto, de que las putas puedan ser o no verbeneras. Los afectados por la medida suspensiva del Putón verbenero aducen el largo –larguísimo ya a estas alturas– registro de marcas admitidas por la OEPM, que circulan por la misma avenida del título equívoco y de los arrabales oscuros del lenguaje ambiguo, callejero e incluso soez.
Y, por ello, el artículo referido antes, da cuenta de razones comerciales existentes de nombres conflictivos y, puede que provocativos como impulso comercial y de enganche al consumidor, que han sido convenientemente admitidas. Desde El Puto amo, a La Maricona, desde Putalia a Coñonudo son algunas de las marcas celebradas y admitidas, ya que operan en el campo de lo mercantil y de lo semántico en choque con la quietud de ciertas aguas estadizas del lenguaje.
Baste observar para ello, el carácter dinámico y cambiante de la lengua, que llega a admitir lo que antes estuvo vedado y escondido. Sobre todo, si hablamos de la lengua en ejercicio –esto es, el habla usual de la calle– que incorpora en su uso cotidiano esas expresiones sin ningún tipo de matiz o rechazo.
Incluso revisar el útil diccionario de Víctor León, Diccionario del argot español, para descubrir nuevas ensenadas ocultas y nuevas posibilidades de marcas comerciales.