Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


El Simca 1000

04/01/2024

El niño pega su carita al escaparate lleno de juguetes. Va de la mano de su abuelo. No hay prisa. Le deja que disfrute de ese instante maravilloso. Son sólo unos segundos de un tiempo que no exige la prisa, minutos de oro que se van guardando en la memoria como las monedas en un cofre. El pequeño, con los ojos bien abiertos, le va señalando distintos juegos, héroes y muñecos de los dibujos de la tele a la vez que una tremenda emoción le invade, la misma que tiene el abuelo consciente de la suerte de poder disfrutar de su nieto. El anciano también mira el escaparate y se fija en un coche de metal color azul, es un Simca 1000 igualito al que tuvo décadas atrás. Sin darse cuenta, suelta la mano del niño y, como su nieto, pega la cara al cristal. ¡Qué recuerdos! El pequeño se le acerca para saber qué juguete le gusta. Con el dedo lo señala. ¿Se lo has pedido a los Reyes Magos? El niño tiene por respuesta una dulce sonrisa.
Es un día de frío y la niebla es tan baja que impide la visibilidad a pocos metros, pero no importa. Al revés, ese ambiente invita a inventar historias, a imaginarse bandidos que huyen y se camuflan entre los árboles; hombres invisibles que bromean con otros paseantes sin ser descubiertos. Ambos van bien abrigados, plumas y bufandas, sombrero y gorro de lana. Hasta bonito es ese aire frío que trae el olor a las castañas asadas y permite simular el humo de un cigarrillo. Tampoco es un problema que la calle esté un poco mojada por la helada de la madrugada.
Comienzan a caminar despacio entre esas historietas inventadas y el trajín de una calle llena de tiendas y de gente que ultima las compras antes de la llegada de esa mágica noche. Van de la mano, disfrutando el uno del otro. Ese Simca 1000 le ha traído muchos recuerdos y quiere compartirlos. El niño atiende como si fuera la mejor hazaña de su héroe favorito. Eran finales de los años 60… y esa cifra se le hace una eternidad, porque le hablan de otro siglo, como los libros que estudia en el colegio. Ahora le cuenta aquella primera vez que fue a recoger a su abuela en ese coche azul y no quiso subirse, no sabe si por miedo, por prudencia o por cabezona. El nieto ríe y escucha la historia de amor y el Simca 1000 de sus abuelos con los ojos aún más abiertos que cuando miraba el escaparate.
Al llegar a casa, cuenta lo del coche a su madre. Ella no lo duda y le pide a su padre que aguarde quince minutos más con el pequeño, que olvidó algo. Y se va. Cuando lleguen los Reyes de Oriente y todos abran sus regalos, habrá un paquete especial que los llevará a recordar juntos aquellos interminables y divertidos viajes de curvas y paradas forzosas.

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