«Mi mayor error es, probablemente, fijarme mucho en el talento de la gente y no en la personalidad. Pienso que es importante que las personas tengan un buen corazón», afirma Elon Musk, propietario de unas empresas que producen cantidades ingentes de dinero, de tal manera que los ceros anuales que arrojan sus saldos resultan inconcebibles en una persona de economía media. Además, de ser un gran emprendedor, Elon Musk es miembro del nuevo gobierno de Estados Unidos. Por fin cuadra la realidad política con la realidad económica. Hasta ahora, los gobiernos eran ocupados por personas y dirigidos por empresas. Ahora han coincidido ambos, política y economía y, por lo menos, hemos ganado en transparencia. Los grandes empresarios por fin ocupan el poder que venían ejerciendo en la tan nombrada «sombra».
Sí, Elon Musk piensa que es importante que las personas tengan buen corazón y para fomentar la bondad fundó X (sucesora de Twitter), o sea, el portal de Belén digital por antonomasia. La red social en la que las personas ejercen el anonimato por pura y simple humildad; la red social en que las personas se dedican a amar, fundamentalmente.
Aparte ironías, efectivamente, el sudafricano Elon Musk entendió perfectamente el alma humana y por eso facilitó que la red social se convirtiera en el vaciadero de odio más grande e intenso a nivel global. Musk ha entendido que la masa necesita verter su odio cotidiano igual que necesita tirar la basura en su contenedor. «Aquí tenéis vuestro contenedor del odio» Y es, como sostiene José Antonio Marina en su libro Pequeño Tratado de los Grandes Vicios (2013), el odio es una pasión y como tal vuelve vulnerable a aquel que no la controla. Por lo que, con conocimiento de lo manipulable que es un hater, la red social X se retroalimenta identificando el odio individual y colectivo. Después lo engorda para recoger posteriormente una fructífera cosecha de más odio. Y, a fuerza de odio manufacturado, se influye en la intención de voto de los odiadores cotidianos quienes, obedientes, depositan el voto que la red le ha ordenado. Y todo ello, mientras el votante-odiador se siente libérrimo.
Elon Musk ha conseguido que millones de personas identifiquen el odio con la libertad y el insulto, la difamación y la calumnia con la libertad de expresión. Aún peor, ha conseguido que quien apenas sabe escribir se sienta un gran pensador/a solo por usar esta red social. Desde ahora, en el país de las oportunidades, gobiernan quienes gobernaban, es decir, las macroempresas, siendo una de ellas una empresa a nivel mundial que usa «los buenos corazones» para entronizarse en el pensamiento colectivo. El propietario de X tiene diez hijos y cabe preguntarse si se les permite el uso de teléfono móvil y el acceso a redes sociales. Probablemente, no.