Y encima, aguanta y no se va con otro» decía el rey de España a María García García, a la postre, vedette de dudoso prestigio. No hay metro ni balanza capaces de medir y pesar cuál de todos los personajes es más singular. En este caso, - quizá, en todos- lo más elegante es no juzgar, lo que no impide analizar qué era esperable de un rey. En primer lugar, era esperable que no estafara a su pueblo. La estafa consistió en mantener un matrimonio ficticio para poder conservar la corona. Precisamente por eso, resulta cuestionable la actuación de la reina consorte. Dicen que aguantó tanto agravio por España y por los españoles; que siempre estuvo enamorada de su esposo; y, ¿cómo no?, que es muy buena profesional. Pero cae un velo de duda sobre tanta nobleza cuando una se pone en plan madre loba y cabreada que piensa como un brownie con bola de helado, o sea, en frío y en caliente a la vez: «Me vas a aguantar hasta que mi hijo sea rey y tengas que abdicar, mientras balanceas tus bemoles por los mármoles abajo». Los ojos fríos pero encendidos, la sonrisa congelada pero amable. Resulta verosímil. Casualmente, la relación entre el rey y la reina se rompió después de nacer el niño, o sea, cuando hubo un varón que heredara la Corona. Un horror de dormitorio, dedicado tan solo a tareas meramente reproductivas.
El asunto y cada uno de sus personajes pueden proporcionar guion para siete temporadas de una serie, pero pierde la gracia cuando se ponen sobre la mesa los seiscientos millones de pesetas que hubo que desembolsarle a tan elegante dama. El rey comprometía a los servicios del Estado solo por atender sus apetencias `bajoventrales´ y eso no tiene fácil digestión.
Resulta llamativo no tanto lo que se regula sobre la Corona en la Constitución, sino lo que no se regula. Y es que la Corona es la única alta institución del Estado español que no está regulada por la correspondiente Ley Orgánica. Sobre la Corona solo encontramos diez artículos, estando regulada la Casa del Rey en el Real Decreto 434/1988, de 6 de mayo, sobre reestructuración de la Casa de S. M. el Rey, el cual cuenta con 17 artículos.
Si, tal y como creía la ilusa sociedad española, la familia real hubiera sido una familia normal, en efecto no habría sido necesaria una regulación que estableciera un régimen jurídico con un auténtico contenido para el rey o reina. Pero, una vez revelada la estafa, debe haber sido muy complicado crear de nuevo un clima de confianza en la familia real.
Ahora se entiende en toda su amplitud el cortafuegos, las concertinas, el encastillamiento que realizó el rey Felipe VI respecto de su padre. Bien sabría el hijo que su herencia era un regalo envenenado que costaría mucho reordenar para ganarse de nuevo la confianza del pueblo y crear una imagen fiable a la que no pueda llegar ni el eco de la tosca voz de la tal María. En cuanto a los 600 millones de pesetas, el pueblo olvida fácilmente.