Nieves Fernández

En Mercuralia

Nieves Fernández


Tertulias de libro y libros de tertulia (y II)

15/05/2024

La literatura se presta a todo lo que tiene que ver con la palabra dicha y escrita, incluso cantada y acompañada de instrumentos, por aquello de la musicalidad del verbo. 
Y sí, actualmente, no diré afortunadamente, proliferan las tertulias por WhatsApp, no sé si muy dignas herederas de las del Siglo de Oro, me dejarán que tenga dudas y suspicacias ante tanto parapeto digital como del que estamos rodeados. El público tiende a preferir lo presencial, donde quizá nos mordemos los labios antes de insultar, hacer una mala crítica o perder el respeto a un compañero, por aquello de que todos estamos de premio Nobel hacia arriba.
En el Aleatorio, visitado en dos ocasiones hay buen rollo, no descarto volver. En la Tertulia Literaria Abierta de mi ciudad, también, volveré en cuanto pueda. Las tertulias son sanas, aunque a veces no escuchemos frases aceptables sobre nuestra obra. Pero hay que ir. Si hemos de elegir entre aparecer una vez o escondernos ciento, tal vez estemos escribiendo escondidos lo máximo o pensando y reflexionando. Hay tanto que reflexionar con la palabra como centro de acción.
Pero algo ha ocurrido en literatura. Si nos hemos prodigado en abrazos, en palabras, en apariciones y postureo, es como que se necesita una cura de humildad ante el ego subido en rojo carmesí de autores, editores, programadores fatuos, palabras repetidas y poemas archisabidos. 
Para que la literatura tenga razón de ser quizá debamos volver a la discreción, si alguna vez un poeta fue discreto, incluso con nocturnidad y alevosía, aunque seamos tachados de poesía negra, maldita o inmaculada que tenga como objetivo sólo leer y disfrutar de ella sin más remilgos.
Una tertulia es como una gran familia, hay que perdonar, hay que escuchar y ser escuchado, a veces poco, a veces mucho, a veces ya se sabe quién lleva la voz cantante, pero el tertuliano, no el político, sino el literario debería saber comunicarse, con respeto, una cura de humildad y poca crítica no le iría mal a nadie.
Tertulias las hay y las habrá siempre, sobre todo de hombres, hasta que la mujer se entrometa mejor a dar su opinión, si la dejan, sabemos que sólo el varón tenía derecho a opinar y a pasar según a qué espacios, llamémosles casinos, bares, cafés, espacios varios donde el hombre y el arte podían expresarse más o menos libremente. 
Tertulias las habrá siempre de cualquier modo, pero no saquemos trapos sucios de cada sesión, ni la hagamos paralela, por pecaminosa que sea, a la calle, no tendamos trapos familiares, ni literarios, porque solo demostraremos que no valemos ni para ir de tertuliano a ningún lado.
Un gran poeta se acerca a una nueva tertulia con su bagaje de versos traducidos a otro idioma derivado del latín, el idioma al que todos debemos algo. Las tertulias proliferan, se hacen nuevas a pesar de los siglos y de las discusiones, larga vida a las tertulias, larga vida al poeta y a los tertulianos. Mi seudónimo de hoy: 'Mestre das palavras'. El del poeta: 'El hombre que se creía Marco Polo'.