El número de católicos sigue creciendo en el mundo. Especialmente en África. En Europa están estancados los números y hasta en retroceso: casi 500.000 católicos menos. La verdadera perspectiva de todo esto nos lo dará el tiempo y el futuro. Aventurar un análisis quizá sea precipitado, pero sí que parece que la lejanía de Europa con respecto a Dios se agranda en estos últimos lustros. No está de moda ser católico. Tampoco, parece, ser religioso, es decir, tener una referencia transcendente en la vida; preguntarse por el sentido último de las cosas y de la existencia y actuar con un fin determinado con el siempre esperanzador predicado de una vida futura y eterna.
No está de moda, digo, pero, precisamente ahí, está el ir contracorriente, es decir, atreverse con valentía y pasión a hacer lo que otros no hacen o no parecen estar dispuestos a hacer. Rezar, ir a misa, tomarse en serio la formación y el futuro, mirar a los demás como hermanos, no como contrarios o competidores; buscar formar una familia o preguntarle a Dios qué quiere que haga con mi vida son aspectos -podría haber algunos más- que suponen ir en una dirección contraria de lo que hoy es predicado en nuestra sociedad.
Y estando ahí, solo con Dios encontraremos el verdadero sentido de todo lo que hagamos, aunque lo descubramos después. Él es la luz de nuestras vidas. Podemos ser como ciegos que creen ver. En algún momento de la historia veremos y descubriremos dónde está la verdad.