José Bretón está enamorado de su propio odio. Su mórbido ego se alimenta de odio, por lo que es posible que se haya sentido halagado al recibir las numerosas cartas que le dirigió el autor del libro sobre el asesinato de sus hijos. Se dice que las personas insignificantes necesitan alimentarse de maldades y, ¿qué mejor chute para su vanidad que ver publicada su narración y ver de nuevo publicado su nombre?
Siempre en el deseo de ejercer la difícil contorsión de pensar bien es posible que el libro nos sorprenda con un asesino confeso con el corazón atenazado por la culpa y el remordimiento. Habría que esperar a conocer el contenido del libro. Y este es el quid de la cuestión: la publicación del libro, su compra y su lectura.
Para bien y para mal, no puede haber grandes impedimentos legales para que el libro se publique. Si así fuera, no existirían tantos textos 'basurizables' como se han publicado desde que el amigo Gutenberg inventó lo suyo. En el mismo sentido, también poseen el carácter de publicación todos aquellos programas de televisión o que se emiten en redes sociales que tratan temas más o menos desagradables con muy mal gusto, menos rigor y máximas audiencias.
Al parecer, el libro que se trata de publicar trata de «analizar la violencia extrema y sus implicaciones filosóficas y éticas». Seguramente la Filosofía y la Ética merecen este análisis, pero no puede ignorarse que tanto el autor como la editorial conocen que solo el nombre del personaje asegura las ventas. De igual manera ocurre con las series y documentales realizados con otros crímenes de gran calado en este país. No es creíble que estas series obedezcan tan solo a analizar criminológicamente la mente asesina.
Por su parte, Ruth Ortiz se ve avocada a ver cómo su verdugo se beneficia perversamente del asesinato. Ella conoce bien la cara del odio, ese resentimiento que suele venir de personas medianas, grises, tibias y lacias. Se trata de un rencor callado, silencioso y que no asoma salvo por lo que dicen los hechos. Se trata de conocer que la maternidad añade más vulnerabilidad a la vulnerabilidad. Ruth Ortiz sabrá que, si alguien ha maltratado su maternidad, continuará haciéndolo siempre porque es un dolor que alimenta gustosamente al maltratador Bretón y esa parte de su familia que ocultó el crimen, encubriendo al asesino. Con todos los respetos que nos merece Ruth Ortiz no ha sido del todo acertado dirigirse a la Fiscalía si con ello trataba de impedir que el libro se leyera porque le ha otorgado una publicidad que no habría obtenido sin su denuncia. Ahora sabrá cuánta gente está dispuesta a comprar el libro y a leerlo. Agatha Christie dijo algo tan simple como profundo: «Lo malo es que las personas son insaciables». De eso precisamente trata el infierno: del odio insaciable.