José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


No sin la A

17/09/2024

El teclado de aquel ordenador no escribía la letra A. Ni mayúsculas ni minúsculas.
Su escritura aparecía mordida. Pulsabas una y otra vez esa tecla y respondía el silencio, la negación. Inexistencia. 
Nunca había experimentado algo así como una escritura enemiga, a la contra: la antiescritura. No aparecían huecos tipográficos a rellenar, no, era la ausencia total. Se la habían tragado las frías fauces cibernéticas. Esa mayúscula triangular y altiva como la alta montaña, reina piramidal de todos los alfabetos, la capitular más bella y esbelta, solo me respondía con el sordo silencio del ausente.
Como un piano que no suministrara todas las notas musicales a su intérprete, y le imposibilitara seguir la partitura o al compositor inventar su edificio de armonías, lo que brotaba en la pantalla del ordenador era un metalenguaje, una inconexa ristra de letras imposibles, un juego burlesco, un absurdo y abstruso repertorio de signos enloquecidos que chocaban anulándose entre sí. 
Y por un momento me vi, me imaginé, usuario de un alfabeto ajeno, en hablante de una lengua que no era la mía. Donde no existía la primera conjugación verbal ni tampoco dicha letra en cualquiera de los modos y tiempos. Porque lo que no se nombra no existe, no se podía amar ni matar. No había lugar para gozar ni para traicionar. Quedaban amputadas las posibilidades de soñar o de cantar. Qué versos escribirían los vates que ya no podían suspirar por su amada, ni los cantautores explorar las honduras y costuras del alma humana en sus letras poéticas.
Habríamos de acostumbrarnos a tirar de las otras dos conjugaciones: de beber a mentir, por ejemplo, en lo que ya vamos teniendo algo de experiencia en este país: las fiestas se van quedando en una acampada alcohólica y la mentira se ha institucionalizado en el poder disfrazada de 'cambios de opinión'. No podríamos viajar, con alivio para la turismofobia y para los sufridores vecinos de los pisos turísticos, ni coleccionar, pero tampoco manipular, ni celebrar, pero evitaríamos quemar; con qué sustituiría mi querido médico sus verbos diagnosticar y curar; no habría que ahorrar pero tampoco volar, que además se ha puesto por las nubes…; ni amnistiar a golpistas separatistas para seguir en el (mal)gobierno: se diría «ley que exime delitos no juzgados». Y en vez de separar, unir. 
Pero habría la posibilidad de conmover y convencer. De conocer y sentir. Y recorrido para querer (¿seguro que es equivalente a poder?) y para obedecer (¿a qué?, ¿a quién?) aunque todavía era posible ennoblecer y, al fin y al cabo, nos quedaban fuerzas para escribir sin huir. Y para seguir ostentando el derecho a disentir. A resistir.
Cuando volví a mis lecturas, en los textos no aparecía la letra a/A.