Cuando la estafa es enorme ya toma un nombre decente», dijo el escritor Ramón Pérez de Ayala. Y de eso se trata, de engrandecer engaños. Si Donald Trump quiere ocupar Gaza lanza un disparate tan descomunal como la ya consabida construcción de una zona turística para gente con pelo claro y piel naranja. Así va acostumbrando a la opinión pública a digerir despropósitos. Pero, posiblemente, lo que pretenda sea ocupar Gaza para otros usos y, cuando lo haga, no encontrará grandes resistencias porque la gente esperaba un lujoso resort.
Donald Trump ha manifestado su intención de imponer unos aranceles del veinticinco por ciento a los productos de Méjico y así frenar la llegada de migrantes - esas personas que él denomina «delincuentes»- e impedir la entrada en Estados Unidos de fentanilo. Pues bien, la propia presidenta de México, Claudia Sheinbaum, le ha hecho parte del trabajo enviando 10.000 militares a la frontera para proteger Estados Unidos. Donald Trump está utilizando el proteccionismo económico como arma de negociación, lanzando órdagos audaces para conseguir otros objetivos más realistas que subyacen bajo los fuegos artificiales de su aparatosa firma.
Esta misma semana ha ordenado la imposición de aranceles del 25% sobre todo el acero y el aluminio que importa Estados Unidos desde Europa. Y lo ha anunciado en la final de la Super Bowl que se ha celebrado en Nueva Orleans, o sea, con luces de colores y masas enfervorecidas. Todo lo que hace Donald Trump está teatralizado, convenientemente escenificado y, generalmente, la puesta en escena consiste en situar a su persona siendo aclamada por el gentío.
Donald Trump utiliza la exageración para negociar y, en lugar de hacerlo a través de la diplomacia lo hace usando el engrandecimiento y la desmesura. A lo mejor no le gusta negociar en la Casa Blanca, precisamente porque el color blanco no proporciona espectáculo. Hay que tener en cuenta que el presidente de Estados Unidos construyó la Torre Trump con una fachada de cristal oscuro de color bronce, con espacios de mármol rosa, mucho espejo y latón, una cascada interior y 72 plantas, habiendo instalado su sobria residencia en el ático que ocupa dos de las citadas alturas.
El presidente de Estados Unidos llama Golfo de América al Golfo de México. Una pretensión en principio irrisoria pero que pone de manifiesto una voluntad imperialista que avanza por tierra y mar. También quiere anexionarse Groenlandia y Canadá. Pasados los años no se podrá decir que no ha avisado. No hay que reírse de la grandilocuencia y la audacia. Si se amenaza a alguien con quitarle los brazos, infundiéndole miedo suficiente, gustosamente nos entregará un dedo. Y ese precisamente era el objetivo del estafador: el dedo.