Si se habla de pueblos de colonización de inmediato miramos a nuestra provincia. Y no hacia localidades trazadas por la necesidad repobladora e ilustrada de Carlos III al norte y al sur de Sierra Morena, tal que Almuradiel. Me refiero a la repoblación y política agraria e hidráulica entre 1939 y 1971, llevada a cabo por el Instituto Nacional de Repoblación (INC), ahora de actualidad por la exposición que se puede ver en el madrileño Museo ICO, bajo el epígrafe 'Pueblos de colonización. Miradas a un paisaje inventado'.
Entras en el primer espacio de la muestra y se te van los ojos de inmediato a un gran mapa de España con los casi 300 nuevos pueblos creados en el franquismo. Casi todo el país, pero sobre todo las cuencas del Guadalquivir y del Guadiana, en su parte extremeña. De Ciudad Real, se señalan ocho pueblos: Bazán, Cinco Casas, Llanos del Caudillo, Los Mirones, Pueblonuevo del Bullaque, Santa Quiteria, Umbría de Fresnedas y Villalba de Calatrava; falta Villanueva de Franco, denominado Consolación, una pedanía de Valdepeñas junto a la autovía. Y salta la memoria a la exposición del CEX, de 1996, 'Nueve pueblos de colonización en Ciudad Real', comisariada por la profesora de Historia del Arte de la UCLM, Esther Almarcha, que escribió el amplio catálogo; y más reciente, al libro de la BAM, El Instituto Nacional de Colonización en Ciudad Real. Análisis y documentos, de 2014, de los arquitectos José Rivero y Diego Peris, un estudio muy completo, con una serie de anexos fundamentales, como por ejemplo, en absoluta primicia, el reportaje a color encargado por el INC al fotógrafo Eduardo Matos.
Villalba de Calatrava, proyectada por el arquitecto José Luis Fernández del Amo, es el único pueblo de los nueve que aparece en el discurso expositivo, su retícula urbana es de enorme originalidad, podría resumir el concepto de un nuevo microcosmos rural: administración, viviendas y anexos de labor, la abacería, hermandad sindical y hogares rurales femenino y masculino, escuelas y enfrente, separadas, las casas del maestro y la maestra, además las dependencias parroquiales y la iglesia. Precisamente aquí, Fernández del Amo, factótum del INC, fundador y director del Museo Español de Arte Contemporáneo, y defensor de las vanguardias, propició una de las más modernas fachadas religiosas, en plenos años 50, con el mural cerámico de Hernández Mompó y el otro hito vanguardista en esta iglesia, el Vía Crucis de Pablo Serrano, que tuvo serios problemas con la jerarquía eclesiástica por sus realizaciones aquí; también el alcazareño Isidro Parra pintó el baptisterio de Villalba.
Era la utopía de aquellos arquitectos y artistas jóvenes: experimentar formas nuevas y buscar esa integración de las artes partiendo de cero. En unos nuevos lugares que —como acierta la exposición, al ofrecer el documento humano fotográfico y audiovisual—, han creado, al cabo del tiempo un sentido de vinculación, de pertenencia y de identidad en sus pobladores.