La película francesa Anatomía de una caída, dirigida por Justine Triet, galardonada en los festivales de Cannes y Berlín, ya puede verse en nuestros cines.
Se trata de un thriller judicial, avalado por una crítica estupenda, que nos lleva a diferentes reflexiones.
El público asiste al análisis de un terrible acontecimiento familiar, en el que el único hijo de la pareja protagonista, ciego, tendrá que interpretar el significado de diferentes escenas de la vida de sus padres.
Los problemas de visión del chiquillo me han parecido una estupenda metáfora de esa ceguera, no física, que podemos sufrir frente a las relaciones humanas y a las reacciones de quienes nos rodean.
En este caso, el niño, inmerso además en un proceso judicial y tras escuchar infinidad de opiniones y comentarios, debe llegar a una conclusión respecto al terrible hecho que se juzga en la película.
No es fácil, cuando se escuchan tantas críticas sobre alguien querido, mantenernos firmes y confiar en que la persona querida a la que se juzga es tan buena como pensábamos.
En esta obra se nos recuerda también la dureza de los juicios que realiza el público a determinadas personas famosas. Hemos vivido en nuestro país muchos casos en los que a los juicios oficiales se han unido los realizados por los haters de personas muy conocidas y que les han hecho sufrir tanto o más que el oficial. Hemos visto cómo ese escarnio público puede resultar durísimo y ser demoledor a nivel psicológico por quien lo sufre.
Otra de las interesantes reflexiones a las que nos lleva la película es literaria. ¿Hasta dónde los escritores mezclamos ficción y realidad en nuestras obras? O ¿Hasta dónde los lectores creen que la persona protagonista de aquello que leen es la persona que lo ha escrito?
Tal vez la 'caída' a la que se hace referencia en el título se refiera al choque entre la realidad y la ficción que, a veces, no sabemos o no podemos distinguir, influenciados por nuestro alrededor.
Incluso aquello que estamos viviendo en nuestro hogar puede no ser del modo en que lo percibimos porque hay detalles que se nos escapan, como sucede en esta obra.
No cabe duda de que la realidad que sentimos cada persona es individual y es la nuestra y, por extraño que resulte, puede no coincidir con el modo en que la viven otras personas que están cerca de nosotros.
Porque como diría Jarabe de Palo, todo 'depende' y no es fácil que dependa solo de lo que nosotros pensamos y sentimos. Del alrededor es complicado evadirse.