Damas y caballeros, yo soy Miguel de Cervantes Saavedra y vengo acompañado de dos protagonistas singulares que ustedes ya han descubierto: Don Quijote de La Mancha y Dulcinea del Toboso. Sigo hablando de mí, estoy frisando los 70 años y como sabéis fui soldado muchos años, y cinco y medio cautivo en Argel. Sufrí muchas adversidades y padecí cárceles y miserias. Pese a todo los contratiempos, mi retrato literario es de los más dilatados y eruditos que en el mundo han sido. Soy el primer escritor que ha novelado en lengua castellana. El Quijote en el devenir de la historia es el libro más famoso de la literatura española, de lo que me ufano y casi brinco de alegría. Yo, Miguel de Cervantes, vengo a deciros que tuve la fortuna de llegar a La Solana, antes de pasar por las Lagunas de Ruidera, Ossa de Montiel y Lezuza, corría el último tercio del siglo XVI. Utilicé el camino más corto que era el de Badajoz-Valencia, que se cruzaba con el de Toledo a Cartagena. Llegué a la ermita de Santa Ana a lomos de una mula, cerca de la fuente en la que los pastores serranos daban de beber a sus ganados, al mediodía. En este lugar había unas eras de trilla y como apuntaba el estío, dormí al raso cuando llegaban los primeros haces de trigo y cebada. Mantuve numerosas pláticas con lugareños que, a esas horas, tomaban sombra en algunas esquinas, protegiéndose de los rayos solares que, en el mes de julio, caían con justicia en estos pagos de dios. La Solana no llegaba a los 800 habitantes, y me hablaron del castillo de Rocha Frida, cuyo romance popular se sabían de memoria los lugareños. Estas conversaciones con los solaneros, las consideré tan interesantes que las incorporé a las anotaciones para mi libro El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, mi obra maestra.
Quedé muy enterado que, en apenas una cabalgadura de seis horas, me encontraría con las Lagunas de Ruidera.
En las cercanías de ésta se hallaba la cueva de Montesinos, descubierta y explorada por pastores solaneros, que fueron los primeros espeleólogos de la sima, como así consta en las Relaciones Topográficas que mandó escribir el rey Felipe II, allá por el año 1575.
Vuelvo a hablar de los personajes que tengo a mi vera: don Quijote, al que califiqué de gran manchego… honor y gloria de todo el mundo. Y a su dama Dulcinea, de la que dijo el citado protagonista: «Yo vivo y respiro en ella». Esta es la historia que cuento en La Solana. Doy fe de ella, y me aplico en decir lo que dije: «Donde hay música no puede anidar nada malo». Y me despido con un refrán que he utilizado mucho y ahora evoco y recreo: «Quien canta, sus males espanta», y en esas estamos ahora en La Solana. ¡Que Dios os bendiga hermanos solaneros! Estas fueron las palabras que Miguel de Cervantes escribió sobre nuestra localidad. Todo es una invención, salvo que Cervantes estuvo en esta villa para tomar anotaciones de su inmortal libro. Y en esas estamos.