Así, con este planteamiento, vamos a terminar esta temporada-curso de artículos y reflexiones.
Siempre que nos preguntamos por nuestra vida, lo hacemos, de manera más o menos consciente, planteándonos dónde podemos encontrar la felicidad. Lo hacemos en primer término: ¿Qué me gusta? ¿Con qué cosas disfruto? ¿Qué me llama la atención? Muchas veces nos encontramos con que aquello que nos gustaba, luego se descubre como un asunto tedioso y odioso. Nos apartamos de él. Ese será el primer estadio. Pero luego llegará la vida, el directo de la vida, con el que nos toparemos y nos conducirá por caminos que quizá no queríamos transitar y en los que encontraremos más o menos satisfacciones y realizaciones personales.
La pregunta, me parece, es: ¿Qué necesitan los demás de mí? ¿En qué puedo aportar y construir desde mis cualidades y mis dones? Ya ves, por lo tanto, que lo primero no es la pregunta por tu felicidad, sino por la de los otros. Ahí, es verdad, aparecerá la entrega, el sacrificio, incluso, la renuncia, por el bien de los otros. Será ahí, de verdad, donde encontremos la clave y la respuesta de nuestra existencia.
Así fue para el profeta Amós: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel"».
En esta sequía vocacional vamos a seguir confiando en Dios; vamos a seguir rezando por las vocaciones, pero, sobre todo, vamos a no dejar de preguntarnos qué quiere, qué necesita Dios, qué quieren, qué necesitan los demás de nosotros. Feliz verano.