Elisabeth Porrero

Elisabeth Porrero


Buscando la espontaneidad

10/01/2024

Estamos perdiendo la espontaneidad. O quizás  la hayamos perdido ya en gran medida. Lo observo cada vez que me subo en el tren y confirmo que son bastante pocas las personas que me saludan cuando les toca sentarse a mi lado y soy yo la que dice primero «Buenos días». Por supuesto con casi nadie se acaba entablando una conversación en estas situaciones. Pienso que hace unos años había una mayor consideración y, al menos, el saludo se otorgaba a quien estaba ya ocupando su asiento si alguien se iba a sentar próximo. Igual sucede en el avión o en el autobús, claro, o en cualquier otro medio de transporte público. Los móviles, libros digitales, tablets o  auriculares nos absorben, requieren toda nuestra atención y no somos capaces de mirar ni siquiera a quién tenemos a unos centímetros de nosotros y, mucho menos, de dedicar unos minutos a una charla espontánea que pudiera surgir. No me refiero a ligar ni nada por el estilo, simplemente a tenernos un poco en cuenta y tratar de ser amables.
No sé si es falta de interés, desconsideración, dejadez o falta de educación pero no me parece correcto ni normal ignorar completamente, de ese modo, a alguien con quien vamos a compartir un tiempo.  
No creo que saludar,de un modo educado, sea ofensivo ni molesto para la persona que recibe ese saludo sino más bien lo contrario. 
Estamos tan absortos en esa dinámica de 'pasar'  que hasta hay quien se sorprende de esa espontaneidad en los demás. Yo suelo ser espontánea y expresar lo bonitos que pueden parecerme algunos objetos o animales o algunos bebés aunque no conozca a sus dueños en un caso o a las personas que van con los bebés en el otro. Observo cómo hay gente que me responde muy amablemente, agradeciendo el cumplido y como otras personas hacen como si no escucharan o se limitan a responder con algo casi inteligible como agradecimiento o despedida. 
Entiendo que quizás estas reacciones de extrañeza vengan dadas también por la desconfianza puesto no conocemos a quien se acerca y podemos pensar que tiene otras intenciones. Es curioso que, en cambio, nos pongamos a hablar por redes con gente que no conocemos ni hemos visto en persona y, en otro ámbitos presenciales guardemos tanto la distancia.
 Estas situaciones también se dan mucho en el teatro, cine, conciertos o cualquier tipo de eventos públicos. Hay quien llega, se sienta a nuestro lado, disfruta del espectáculo o película que sea, se marcha y, después de dos horas o más, ni siquiera nos ha dirigido una palabra. No pasaría nada por saludar o, espontáneamente, comentar lo bueno, malo o regular que ha resultado aquello que, por azar, hemos disfrutado junto a esas personas.
Compartir estas pequeñas cosas, desde la educación y el respeto, nos ayudaría a ser un poco más humanos.
 

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