Alfonso José Ramírez

Eudaimonía

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


El fango

08/11/2024

Por desgracia, el fango se ha materializado. La dana ha hecho un estrago del que somos testigos en unos límites inesperados e insospechados, llevándose por delante casas, vehículos, todo tipo de enseres, y lo más valioso que somos y tenemos las personas: la vida. Vaya mi pésame por adelantado para todas las familias que han perdido a sus seres queridos y mi solidaridad y fraternidad para todo el sufrimiento ocasionado por la catástrofe. Su poder destructivo ha sido devastador, pero claro, nos encontramos ante un fenómeno extraordinario, aunque recurrente, con una virulencia inesperada, dado el cambio climático.
A pesar de todo, nos encontramos ante un fenómeno natural, un fenómeno ocasionado por condiciones climáticas, incontrolable para nosotros, pero, en cualquier caso, previsible, pero ¿completamente previsible? Discusión que aún está en debate para aclarar el grado o nivel de responsabilidad de anticipación tanto de los responsables políticos, como de las instituciones encargadas de gestionar la información climática, y en un segundo momento, el despliegue de ayudas y recursos para paliar los efectos del desastre humanitario. 
Un país entero quedamos asombrados ante el nivel devastador del fenómeno natural, pero también quedamos indignados ante el nivel de descoordinación política y de incompetencia gestora. Asombro e indignación son las dos actitudes que sintetizan el estupor ante lo vivido. Las imágenes que presenciábamos el domingo de la reacción pública y popular por parte de la población ante la visita de los responsables políticos al barro, era de indignación, como no podía ser de otra manera.
La manera de gestionar basada en la descoordinación de las competencias, no es solo por la sorpresa inesperada de las magnitudes de la dana, sino que es consecuencia de un estilo fraguado desde hace tiempo, un estilo de hacer política basado en la ficción política, pues desde hace tiempo los políticos viven mirando para sus sillones, enfangados en el tacticismo político, en el cálculo y rentabilidad electoralista, en el pactismo que mira al propio ombligo y en una partitocracia que busca la propia supervivencia como horizonte político, de forma paralela a la ciudadanía. La política se ha corrompido sistemáticamente; hemos pasado de la corrupción de casos aislados y llamativos, sobre todo en lo económico, a la corrupción sistémica. 
El presidente del gobierno, desde hace en torno a un año, ha venido haciendo declaraciones de que la política del fango estaba inundando los medios de comunicación y la misma política, pues el fango era equiparable a los bulos y las mentiras vertidas sobre él y su entorno, principalmente, y había una ultraderecha continuamente alentando este fango -versión del relato-. Al hilo de la indignación manifestada y expresada el domingo ante las máximas autoridades del Estado en su visita a Paiporta, no faltaron voces a posteriori para desaprobar las manifestaciones violentas: es lo justo, pero no es menos cierto que el fango se ha materializado: en esa escena pudimos ver cómo el mismo fango político se ha vuelto contra ellos mismos, pues el fango de la mentira se ha unido con el fango de la dana y ha generado el fenómeno de la indignación.
Allá por 2011, se generó el movimiento del 15-M, como un movimiento y corriente social de indignación frente a una clase política y sistema económico de corte neoliberal incompetente para resolver los problemas cotidianos y reales de los ciudadanos. Una nueva oleada de partidos políticos arribaba al poder para renovar la política y cambiar el sistema. Asombrosamente, la semana previa a la dana estallaba el último caso de corrupción política -caso Errejón- que ha socavado cualquier resto de credibilidad moral que quedaba a este sector político: la bandera de la defensa de ese feminismo progresista era mortalmente sentenciada a muerte. La moción de censura del presidente del gobierno de 2018 era para renovar la política y el sistema; no vemos mucha renovación cuando el presidente del gobierno empieza a estar investigado en la cúpula de su gobierno y en su entorno familiar. Queridos lectores: ¿qué queda de aquellos renovadores del sistema? Increíble, en menos de una quincena han dinamitado su propia renovación, ¿por qué? Porque la base de sus propuestas políticas eran la mentira, donde decían pueblo debían hacer dicho ego. Vemos un sistema político poblado de egos: ese el fango que ha provocado la indignación del pueblo, verdadera y única polis. "El pueblo salva al pueblo".
Por desgracia, están convergiendo el fango político con el fango del barro: muy triste. Ambos destruyen, y por eso, todo es tan confuso y tan caótico, porque la principal base, suelo y fundamento de nuestros políticos es su ego, y ello corrompe un sistema político que nació para el bien común. Realmente, haría falta una riada purificadora del sistema político que generara bien común y ética política y que limpiara la política de la mentira. Las oleadas de indignación del 15M han sucumbido en más indignidad aún. El pueblo ha de seguir limpiando el fango hipócrita de muchos de sus indignos representantes, que falsean nuestra democracia.