Alfonso José Ramírez

Eudaimonía

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Proteger la especie humana

24/05/2024

En 2006, recibía el Premio Espasa de Ensayo el título de Víctor Gómez Pin titulado Entre lobos y autómatas. La causa del hombre, obra que venía a reivindicar la especificidad humana dentro del eslabón de lo que constituiría el proceso evolutivo hasta la actualidad, analizando nuestra situación entre el escalón previo y posterior en esta cadena. Somos precedidos por los animales y seguidos de las máquinas. Era un planteamiento incipiente en aquel entonces para el nivel de desarrollo que está alcanzando casi veinte años después la Inteligencia Artificial -en adelante IA-. 
Por un lado, se ha hablado mucho desde que Darwin pronunciara la teoría de la evolución sobre nuestro parentesco con el mundo animal, pues comenzó a desvanecerse nuestra supuesta hegemonía como especie en relación al resto de especies animales; la elevación del hombre asignada por el creador sobre el resto de la creación, descendía a un nivel de continuidad con el resto de especies animales; ya no éramos tan distintos ni superiores. Desde entonces la explicación de la conciencia se encuentra con dificultades para comprenderse más allá de la biología y la neurología; no nos podemos comprender como algo más allá de nuestro cerebro biológico o nuestra red neuronal. 
Con anterioridad a Darwin, en el siglo anterior, Kant introducía una notable distinción del ser humano respecto de la naturaleza, pues si ésta estaba sometida a unas leyes de regularidad, lo específicamente humano radicaba en la libertad, la cual hacía que el ser humano no pudiera ser tratado como medio, sino como fin, dada su propia racionalidad, y en ello, se encontraba la singular dignidad humana, causa y fundamento de la declaración de los derechos humanos.
A este propósito, autores como Peter Singer y Steven Pinker, han continuado con la disolución de los límites y diferencias entre especies, hablando del especismo. Somos iguales en tanto que animales humanos y animales no-humanos, pues podemos sufrir, afirman. Todos tenemos un tronco común, la misma denominación nos iguala: animales humanos y no humanos, y la misma identidad: la capacidad de sufrir. La línea de igualación con los animales se hace cada vas más estrecha, y nuestra diferenciación con los mismos es cada vez menor. 
Si miramos a nuestro alrededor, los desfiles de la semana de la moda de Nueva York, que aplica la alta costura a perros y mascotas como signo de distinción para estos afortunados animales. Si vemos la práctica habitual de vestir a los perros a modo de un niño, de celebrar con ellos sus cumpleaños con fiestas, de mimar los cuidados de la mascota con todo tipo de detalles, hasta ser considerados como un miembro más de la familia, con estatus de perrihijo. 
O deshumanizamos al ser humano para animalizarlo o humanizamos a los animales para igualarnos. De un modo u otro, la humanidad está difuminándose. 
Por todo ello, al mirar hacia atrás en la escala evolutiva, nuestra animalización es cada vez mayor. Las bases del cristianismo o de la filosofía griega que nos han cimentado desde una espiritualidad o base racional distintiva y única se desmoronan, dentro del imparable proceso de la deconstrucción cultural occidental. 
Por otro lado, el voraz avance del desarrollo de la IA es otra de las fronteras que nos está diluyendo por delante, pues es lo que está adviniendo, en la medida en que vemos que el ser humano se empieza a hibridar con la máquina. El proyecto de ir consumando una inteligencia artificial autónoma, o el cíborg como proyecto de robotización y mecanización del cuerpo humano, va haciendo que la especie humana se trascienda hacia la automatización. ¿Podremos hablar de un salto evolutivo? ¿surgirá una nueva modalidad de homo sapiens, el homo sapiens machina?
En cualquier caso, la disolución de la humanidad se va haciendo patente por detrás y por delante. Durante milenios nuestra civilización se ha erigido sobre el valor espiritual e intelectual del ser humano, la dignidad y la humanidad. Durante milenios la identidad humana se ha construido con Dios o frente a Él. El ser humano se ha sabido criatura de Dios o ser autónomo que se autofundamenta desde su propia y sola razón; pero una vez que Dios ha muerto y la razón está debilitada, parece ser, que a un nivel supino, ¿qué se encuentra en extinción realmente? Se podría decir que ahora más que nunca hace falta lanzar un SOS para salvar a una especie más en extensión: la humana.