Es la chica perfecta. Un sueño nacido en Pensilvania hace 34 años que ha enamorado al mundo. Acaba de conseguir cuatro premios Grammys seguidos al mejor disco del año, como nadie hasta ahora, y de su opinión depende quien ocupe la Casa Blanca. Detrás, once álbumes de estudio desde 2006. Se ha enfrentado a Apple, a TikTok y a Spotify, pero su activismo alegre y educado no molesta. Del country con rizos y guitarra al hombro ha pasado a ser la emperatriz del pop. Femenina, idealista y sensible, creativa y compositora de sus canciones, ha dado nombre a una era y denominación de origen a millones de seguidores: ya todos somos swifties. Nadie desconocerá que mañana y pasado llega al Bernabéu con su 'The Eras Tour', que ya tiene película, la gira de todos los récords y Madrid ha estallado con la visita de Taylor Swift.
Y además, poeta. Leía estos días que sus letras han llegado a las universidades americanas, al punto que, según una profesora de la Trinity University de San Antonio, si Bob Dylan ganó el Nobel también puede hacerlo este ciclón rubio que arrasa masas y corazones. Y una colega de Florida la considera "una de las mejores poetas de su generación". Habrá, seguro, sus dosis de hipérboles y de ciega pasión por ese encanto suyo que imanta en las doctas opiniones pulsadas, pero he navegado por las traducciones de esas letras de amores y desamores, de juegos de palabras y guiños autocríticos de autor, y no faltan imágenes muy llamativas. La poesía se ha vestido con muchos ropajes y adquirido las variantes formales más insospechadas, salió de las estanterías y, aliada con la música, y otras artes, ocupó, y ocupa, las más insospechadas dimensiones.
Cantautora que desembocó luego en el epicentro de una puesta en escena espectacular como pocas, ella escribía en la canción Anti-Hero: "¿Oíste que mi narcisismo encubierto lo disfrazo de altruismo, algo así como un congresista?", y antes cantaba su preferencia de mirar directamente al sol, "pero nunca al espejo". Referencias y citas no faltan en sus letras, de Dylan Thomas a Emily Dickinson. En Blank Space, afirma ser "una pesadilla disfrazada de un sueño", llevando el lirismo melódico a los terrenos más propicios para un público total, nada minoritario. Porque esta talentosa dominadora de su mundo no dejará de ser sobre todo, por encima de todo, cantante. Asómense, por ejemplo, al video en internet —Nashville, 2015—, donde, enfundada de negro, interpreta a dúo con Mike Jagger la famosa Satisfaction, en un dueto antológico que revela bastante de su potencial como artista en el escenario.
Cifras mareantes envuelven a este fenómeno mediático que es Taylor Swift, auténtica máquina de producir dinero, la quinta persona más influyente del planeta, dicen. Sí, pero ahí está su álbum actual, traducido el título, El departamento de los poetas torturados. Bella con alma.