Ramón Horcajada

Eudaimonía

Ramón Horcajada


Los peligros del Big Bang

17/05/2024

La mejor hipótesis de la que disponemos en la actualidad para explicar el origen del Universo es la teoría del Big Bang. Para algunos, la teoría más importante de la ciencia y la Física. Fue el padre Lameître, sacerdote belga, quien primero la formuló y la presentó en 1931 en una reunión de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia (a la que llamó Teoría del átomo primitivo) y la publicó por primera vez en la revista Nature en 1931 y en Popular Science en 1932. Dicha teoría fue recibida con frialdad, incluso por Einstein, y relegada al olvido, pero con el paso de los años se iría confirmando y aceptando.

Dicha teoría pone en primera línea de fuego el debate sobre la existencia de Dios. Para muchos es la explicación científica de su existencia. Incluso para autores como José Carlos González-Hurtado, del que acabo de leer su libro Las nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios, el origen del desprecio de dicha teoría no sería sólo por motivos científicos, sino que se trataba también de un rechazo visceral, irracional, del principio de un Dios creador del Universo.

Hubo comentarios desagradables contra dicha teoría e intentos de ridiculizarla por todas partes, pero hubo un rincón en el mundo en el que dejar las puertas abiertas al Big Bang y, por tanto, abrir las puertas a la existencia de Dios podía ser peligroso. Alexander Alexandrovich Friedmann fue un matemático ruso, el primero en darse cuenta de que las ecuaciones de la relatividad de Einstein estaban erradas al incluir la constante cosmológica con el objetivo de conservar la ilusión en una creencia en el Universo en estado estacionario. Sin ella, el Universo aparece como realmente es, en expansión. Friedmann llegó a iguales conclusiones sobre el Big Bang que el padre Lemaître. Demostró que el Universo tuvo un principio, desdiciendo a quienes creen en la existencia eterna de la materia. "Podemos hablar de la creación del mundo a partir de la nada", dirá. Pero se encontró con un problema. Los dirigentes soviéticos de la universidad de Leningrado intentaron evitar que siguiera enseñando la teoría del Universo en expansión. Fue envenenado en 1925 cuando volvía de su luna de miel en Crimea, oficialmente por tomar una pera sin lavar. Su mejor estudiante y amigo, George Gamow, manifestó que fue un asesinato.

El observatorio astronómico de Poulkovo, cerca de Leningrado, era el más reputado de la Unión Soviética. Estaba dirigido en 1936 por Boris Guerassimovitch. Ese año, la prensa del partido (no había otra) publicó una serie de artículos criticando la deriva contrarrevolucionaria de los científicos del observatorio. Fueron acusados de defender la tesis creacionista ya que según sus cálculos el Universo tuvo un comienzo. Los científicos del observatorio fueron torturados y asesinados. Muchos otros fueron fusilados en 1937 y otros condenados a diez años de trabajos forzados en el Gulag confiscando todos sus bienes. Las esposas e hijos de los condenados fueron también arrestados y condenados a diversas penas en campos de trabajo (el Código penal de la Unión Soviética permitía la pena de muerte a partir de los doce años).

Matvei Petrovich Bronstein fue otro alumno de Friedmann. Físico teórico, fue uno de los pioneros en gravedad cuántica. También apoyaba la teoría del Big Bang. En agosto de 1937 fue arrestado en su apartamento de San Petersburgo y condenado. Le dispararon una bala en la nuca con 31 años y a su mujer le dijeron que había sido condenado a diez años de trabajos forzados.

Vsevolod Frederiks fue un físico ruso con contribuciones en el campo de los cristales líquidos. Fue asistente personal de Hilbert y amigo de Friedmann. Por defender la teoría del Big Bang fue acusado de "creacionista" en 1937 y condenado también a diez años de trabajos forzados. Murió de extenuación tras seis años en el Gulag.

Los científicos ateos y los mandos soviéticos reconocían en la teoría del Big Bang un tumor canceroso que corrompía la teoría astronómica moderna y representaba el principal enemigo ideológico de la ciencia materialista.

      El dogmatismo comunista tuvo caro desde el principio a qué había que temerle. Se pueden encontrar ya rastros significativos en 1869, cuando Engels escribe una carta a Karl Marx hablando sobre la segunda ley de la termodinámica: "El estado de gran calor original a partir del cual todo se enfría es absolutamente inexplicable; es incluso una contradicción y ello presupondría la existencia de Dios".