Miguel Ángel Jiménez

Comentario Dominical

Miguel Ángel Jiménez


Camino de Jerusalén

23/02/2024

Estamos para comenzar la segunda semana de esta Cuaresma, en este año 2024. Jesús, acompañado de Pedro, Santiago y Juan, los mismos apóstoles que se unirán a él en el monte Getsemaní, en la agonía de los olivos, lo siguen a la cumbre del monte Tabor. Allí, el Señor se mostrará glorioso; se manifestará reconocido por Dios Padre como el hijo amado, al que debemos escuchar. Brillante, luminoso, sin rastro de la tiniebla del pecado. Tampoco de la muerte. Es el mismo Jesús el que ha descubierto a los discípulos unos versículos antes que «el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». San Pedro, que ahora contempla la gloria del hijo de Dios, no entiende el camino que lleva a Jesús a Jerusalén. Porque es el camino de la entrega, del sacrificio, de la renuncia, el camino del amor entregado, en definitiva.  
La gloria por la gloria es brillante, aparente, falsa. Un espejismo. 
La verdadera gloria se manifiesta muchas veces de manera ambigua, equívoca, confusa, no entre tinieblas, pero sí velada, porque nos conduce por caminos de cruz que no terminamos de entender. La voluntad que se entrega confiada en las manos de Dios, como la de la Virgen María: puede no entender del todo, pero confía. Y, sobre todo, tiene esperanza en que la manifestación de Dios se hará patente. Acaso no en esta vida. Sí, seguro, pasando por Getsemaní, después del Calvario. 
El camino a Jerusalén, nos conduce, pendiente ascendente, hasta la cruz, la muerte, la resurrección. Estamos en Cuaresma, en camino, por el desierto, hasta la cumbre gloriosa de la culminación en Cristo de toda nuestra vida. 

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