El Teatro Real apostaba en uno de sus últimos montajes por poner en escena a mujeres marcadas por sus relaciones amorosas. Se sucedían en este espectáculo la tragedia lírica La Voix humaine (La voz humana) de Francis Poulenc sobre el texto de Jean Cocteau e interpretado por Ermonela Jaho, el monodrama Erwartung (La espera) de Arnold Schönberg, en la voz de Malin Byström y el monólogo teatral Silencio, basado en textos de distintos autores e interpretado por la genial Rossy de Palma. Estas piezas muestran las reacciones y reflexiones de tres damas ante diferentes y cruciales situaciones amorosas. En ellas voz y silencio adquieren un protagonismo extraordinario.
En 2020, Pedro Almodóvar rodaba también el cortometraje La voz humana basado en este mismo texto de Cocteau. A sus órdenes, la espléndida protagonista era entonces Tilda Swinton.
En esta sobrecogedora obra puede casi tocarse la desesperación de la mujer que habla y habla porque no quiere ni puede, psicológicamente, dejar de escuchar la voz de su amado al otro lado del teléfono. Ese silencio es, para ella, Elle, una clarísima metáfora de la muerte, por eso se aferra a la voz como si no tuviera nada más por lo que seguir viviendo. Por supuesto, el hecho de que pertenezca a la alta sociedad, como así la retrata el autor, no la libra de esa angustia que le supondría aceptar el final de su romance. Las magistrales técnica y voz de Ermonela Jaho consiguen transmitir, en todo momento, al público, este terror desesperado ante el posible abandono de su pareja o la fugaz felicidad que la embarga cuando piensa que el amor es aún posible. Marthe, su amiga, silenciosamente interpretada por Rossy de Palma, acude a intentar proporcionarle ayuda en esta situación. El traje de Rossy, violeta, el color que simboliza la igualdad, ha sido un precioso guiño al universo femenino y a la puesta en valor de la mujer. Cabe destacar que la diseñadora de vestuario ha sido Barbara Drosihn.
La magia de este texto radica también en que aquella persona que la escucha parece estar oyendo, perfectamente, lo que podría estar respondiendo el amante, al otro lado de ese hilo telefónico del que pende la vida de Elle.
En La espera se nos presenta una mujer que también habla, sola, aunque ella entienda, a ratos, que es o no un cadáver quien recibe sus palabras, sus lamentos, sus quejas o sus alegrías por haberse «reencontrado» con ese amor. En este caso es un camino por el bosque, en busca del hombre amado y desaparecido, la metáfora de un tránsito por la psique de su protagonista, por sus fantasías y alucinaciones. El autor de esta pieza operística quiso representar en estos cuarenta minutos todos los pensamientos que podríamos tener en unos segundos solamente. Malin Byström consigue, sin duda, que el espectador realice con ella ese paseo sin soltar su mano, en la inmensidad de la noche y de la angustia, con su espléndida dramatización.
El monólogo que une las dos interpretaciones musicales, Silencio nos enseña la evolución en la forma de aceptar los vaivenes sentimentales que experimenta otra mujer, en este caso la maravillosa actriz Rossy de Palma, con un espectacular vestido blanco de la misma diseñadora de vestuario. En esos veinticinco minutos se nos da una hermosa lección de resiliencia y aceptación ante la realidad amorosa, poniendo en valor el más necesario de los amores: el amor propio.
Una magnífica apuesta para reflexionar sobre la falta de educación emocional que tiene el ser humano ante estas situaciones que tanto nos vapulean el corazón.