José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


El pueblo, lejos

17/10/2023

La actualidad condensada en un breve latigazo semanal. A veces, un apunte del natural. Un par de trazos impresionistas. Incluso el riesgo de acabar en el aguafuerte goyesco, cuando un torerillo mexicano de 24 años, Isaac Fonseca, colgaba como un pelele de los pitones del colorao Verbenero, casi 600 kilos, en una sacudida eterna que pudo acabar en tragedia en la última cita de la temporada madrileña. Así es el único arte donde, como escribió Javier Villán, la vida se confronta directamente con la muerte, el valor con la estética y el heroísmo con el miedo derrotado.
Rito táurico disfrazado de fiesta, ritual que polariza, sol/sombra, hispanofilia en un festivo de hispanofobia. La conductora venezolana del Uber, solo cuatro semanas entre túneles y navegadores enloquecidos, recordaba ahorita el 'Día de la Raza', terminología aquí desterrada, como desterrarían hoy a la Hispanidad, a Colón, a los soldaditos que desfilan, a la Monarquía y, de paso a la democracia liberal, los socios y coaligados del Gobierno, recibidos con sonrisas y deferencias por quien busca votos «hasta debajo de las piedras».
Los cientos de ciudadanos que bajaban, inútilmente, el jueves hacia el paseo del Prado y Recoletos, sonrientes, familiares, con banderas como para un partido de la Selección española, y se veían bloqueados, alejados de sus gobernantes, ¿pensarían en votos y piedras, recordarían que les gobierna el «partido del pueblo»? ¿Populismo sin pueblo? ¿Blindaje a prueba de maleducados abucheos? ¿Votar y callar? ¿Mejor encariñarse con los bildus Aizpurua y Elejabarreta, aunque no condenen ni por asomo el terrorismo, mientras aparece profanada con excrementos la tumba del socialista Fernando Buesa? ¿Maniobrar contra la Judicatura?... Familias con niños y banderitas, muchos latinos, trataban de acercarse sonrientes al fraseo alegre y cantarín de las marchas, a la vistosidad de los uniformados de gala a caballo; solo Murillo, entre el Botánico y el Prado, desde su plinto alto, acertaba a ver algo del festejo; y en la calle Felipe IV, mejor admirar la elegante trasera del Casón del Buen Retiro que el amplio dispositivo policial. 
Pueblo a distancia. Ciudadanía de atrezzo, como extras de una superproducción cinematográfica, público de plató televisivo que aplauda o calle a órdenes del regidor. Votante silente y engañado, aborregado de lemas electorales y frases vacías, infantilizado y amenazado por legislaciones, reglamentos y fiscalidades que no cumplen sus promulgadores. Llenas sus bocas de Constitución y más Constitución: la repetición infinita acaba vaciando por anulación su contenido.
En el metro, a la altura de Tirso de Molina, un muchacho, sentado enfrente, leía, apacible y rodeado de móviles, las últimas de las 656 páginas de Patria, la imprescindible novela de Fernando Aramburu: sería su patriótico día.