José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Alargar el verano

11/09/2024

Frente a la vieja pasión vacacional de alargar –prolongar, estirar y prorrogar– el verano, como muestra de la aspiración al ocio permanente de antaño y al dolce far niente publicitado en la prensa del corazón y del glamour de plástico; como nos cuentan Javier Calvo y Javier Ambrossi –conocidos en el mundo rosa y tele comunicado como Los Javis–, que dicen con determinación –entre otras tantas cosas diversas banales y el postureo mayor de marcas sublimes y sublimadas como publicidad encubierta y bien retribuida–: «Queríamos mudarnos a una vivienda que pareciera una casa de vacaciones, donde siempre fuera verano». Hay gustos para todos, aunque no todos tengan el mismo gusto. Y esta posición del piscineo y del veraneo, no es exclusiva de famosos acalorados e influencers enfriados. Baste ver que la publicidad de un conocido establecimiento comercial  alude a su propia trilogía del verano, como nuevas virtudes cardinales y mitologías ordinarias. Y así hamaca, barbacoa y piscina componen, no la metáfora del verano, sino la médula central misma de la estación esbozada, como la otra trilogía estival. Para componer esa suerte de mitología del ocio veraniego. Como  ocurre en el mundo fotográfico y coloreado de Martin Parr: calor y sudor. Por ello, el lejano ensayo viajero de  Enrique Laborde de Viaje al calor –del cual ya di cuenta lejana, en estas páginas el 27 de junio de 2014– significa eso mismo: centralidad del verano. 
Hoy, justamente, hemos pasado a la pasión inversa de acortar el verano –o de su deseo menguante y refrescante y no a las prolongadas chorradas javieristas–, como consecuencia de los excesos climáticos. Excesos climáticos visibles en estas páginas, el pasado 3 de septiembre, al hablar de «Un agosto de récord» al obtener una temperatura media local de 29,6 º centígrados y batir otro récord centenario de excesos climáticos, sudores totales e intemperancias nocturnas. Ahí es nada la solanera y el duro estiaje soportado a cambio de poco alivio. Nada que ver, por cierto, con la vieja dogmática perdida del refranero –envejecido y en claro desuso– de «agosto, frío en rostro». Será en el hemisferio sur, lo de frío agosteño, podemos replicar desde la Meseta Sur. O el deseo, decretado e impuesto por el medio-presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, con su intención proclamada de adelantar la Navidad al mes de octubre. Puestos a reducir inconvenientes climáticos, celebremos la Navidad en agosto, por ver si nos llega el contagio del frío.  De aquí el deseo de reducir el verano y sus efectos mal temperados, aunque sea trucando el calendario festivo y religioso.