Alfonso José Ramírez

Eudaimonía

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Concierto de saberes

31/01/2025

Durante esta semana, como cada 28 de enero, está señalado en el calendario la celebración de Santo Tomás de Aquino (1224-1274), filósofo cuya talla filosófica merece la pena mencionar no a título de homenaje honorífico, sino a modo de reflexión sapiencial desde su gran labor filosófica en el momento que le tocó vivir. 
Era un fraile dominico que se dedicó a la enseñanza, en la época de mayor apogeo de la Escolástica. Ésta fue el método de enseñanza medieval que se practicaba en las escuelas nacientes en torno a las catedrales, de ahí el origen del nombre de Escolástica; estas escuelas eran promovidas por los obispos y la escolástica consistía además en un método de enseñanza practicado en las universidades, basado en la lectura de un texto propuesto por el profesor, sobre el que se procedía a la disputa y se planteaba un debate entre alumnos referenciando diversos argumentos filosóficos de múltiples autores relevantes. 
En sus dos grandes obras, Suma contra los gentiles y Suma teológica llevó a cabo una gran síntesis apologética en defensa de la fe cristiana en diálogo con los no cristianos y una exposición sumaria de la fe, con el mismo y único afán de fundamentar la fe de manera razonada. Su gran labor filosófica y cristiana fue realizar una síntesis entre la fe y la razón, pues hizo posible que la fe y la razón dialogaran mirando de manera conjunta hacia las grandes cuestiones humanas, como la salvación, la existencia de Dios, la razón natural ética a la hora de actuar, la cuestión del mal, o la existencia de los ángeles y su razonabilidad, labor por la que se le conocería como el Doctor Angélico; estas cuestiones entre otras muchas. 
Su influencia histórica específica en aquel Siglo XIII y para la posteridad ha sido enorme, tanto en la comprensión de la doctrina cristiana como en la cultura de Occidente. Su genialidad fue la de conjugar y combinar la aportación de los dos tipos de conocimiento valederos en aquella época para resolver las grandes cuestiones humanas que cernían sobre el intelecto humano: fe y razón.
Extrapolando su capacidad de síntesis a la actualidad, sería de gran valía poder combinar y conjugar la metodología de los cuatro saberes más pujantes que concurren hoy día, tales como la religión, la filosofía, la ciencia y la tecnociencia, y poder concatenar e interrelacionar los diversos contenidos de estos saberes y sus diversas metodologías para poder responder con mayor profundidad a las grandes cuestiones que acompañaban al ser humano del S. XIII y al contemporáneo: la cuestión de la inmortalidad y/o la vida después de la muerte, el sentido de la vida, nuestro ser social, nuestro ser político, nuestro origen histórico y metafísico, el valor de lo artificial… 
Durante el siglo XX se ha ido imponiendo un cientificismo en el horizonte del conocimiento y en el XXI de manera definitiva se ha impuesto un tecnocentrismo con todo su despliegue de poder, pues nos encontramos tras la carrera mundial por superar la potencia de la Inteligencia Artificial, como acabamos de ver esta semana. Corremos por mejorar nuestros artificios intelectuales, pero quizá no acompañamos esta carrera con la sapiencial reflexión de la inteligencia natural: ¿A dónde nos va a llevar la IA? ¿Qué ventajas puede traer y qué impacto tendrá en nuestra manera de ser y de vivir? ¿Nos convertiremos en cyborgs o humanoides superados en nuestras limitaciones por las máquinas? ¿La tecnociencia además de mejorar nuestra calidad de vida y mejorar nuestras posibilidades, nos humaniza de manera completa? ¿Es suficiente con crecer tecnológicamente? ¿La tecnociencia es la única respuesta a nuestras inquietudes humanas? ¿Podremos resolver el sentido de nuestra vida consultando un algoritmo?
La tecnociencia es muy poderosa, pero no deja de estar creada y perfeccionada por una razón natural humana. Todo este potencial ha de ser supervisado por una inteligencia que revise su propia obra, que concierte saberes, y a lo técnico le acompañe lo sapiencial. Podemos tener los mejores móviles, satélites, armas de la historia, los mejores robots, pero no dejarán de ser auxiliares para nuestro conocimiento y desarrollo y realización humana. 
Cada tipo de saber tiene su valía, pero el saber concertar saberes para saber vivir con felicidad, armonía y equilibrio es propio de inteligencias humanas que buscan el conocimiento inclusivo y complementario. Un científico puede necesitar a un sacerdote, a un psicólogo, a un médico y a un informático a lo largo de su vida. Todos los saberes concurren al servicio de la misma y única causa: desarrollar nuestro ser persona en sus diversas dimensiones.