Alfonso José Ramírez

Eudaimonía

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Navidad con razón

10/01/2025

Poniendo ya el broche del período navideño con la celebración de los Reyes, y digiriendo reflexivamente lo que han sido las celebraciones de estos días, el afán filosófico de análisis me llamó la atención sobre una felicitación navideña que recogía una imagen del Portal de Belén, con una frase sugerente: «Jesús es la razón». Curioso, ¿por qué se ha de reivindicar la centralidad de Jesús en estas celebraciones navideñas?
En primer lugar, a la filosofía la compete la labor de esclarecer la razón o sentido de las acciones del ser humano. El raciovitalismo de Ortega y Gasset hablaba de las razones incardinadas en la vida y que nos mueven a vivir la vida. La razón, para Ortega, no era un ente abstracto idealista, sino que hundía su quehacer o raciocinio propio en la misma vida, y resulta oportuno asomarse al escaparte de las celebraciones navideñas para analizar las razones vitales por las que las personas celebran las navidades. 
Cuando la sociedad occidental y española en particular, ha sido mayor y homogéneamente de influencia cristiana, la razón vital de las celebraciones era el nacimiento de Jesús con una gran centralidad del misterio cristiano de la Encarnación. Históricamente hablando, sin que haya exactitud histórica acerca de la fecha del nacimiento de Jesús, en el 440 el Papa León Magno fechó el nacimiento de Jesús en el 25 de diciembre para la celebración de la Iglesia, y un siglo más tarde, en el 529, el emperador Justiniano la declara festividad oficial del Imperio. Durante prácticamente quince siglos la historia de Occidente ha estado marcada por esta centralidad cristiana en el calendario, sin embargo, llama la atención, que en una cultura cada vez más descristianizada, parece ser que la navidad se celebra cada vez con más ahínco y vistosidad, pues las calles se iluminan mucho más, hay muchas más celebraciones, comidas, cenas, regalos de Papa Noel y de reyes magos, disfraces y decoración navideña… Podríamos establecer la correspondencia de que a mayor descristianización social, mayor celebración social de la navidad. 
La celebración con contenido religioso de la navidad ha quedado relegada a un sector más confesional de la sociedad y minoritario, pero la celebración social de la navidad va en aumento. Hay una tendencia cultural de orientación laicista que quiere acabar con la celebración cristiana de la navidad y aboga por la vuelta al retorno romano de la celebración de las Saturnales y la entrada del invierno; en esta línea, algunos prefieren hablar de las fiestas de invierno; también se felicitan las fiestas en sustitución de la navidad por ser más laico en su mensaje.  Sin embargo, tanto creyentes como muchos no creyentes, se juntan en familia a cenar en Nochebuena, se hacen regalos tanto con motivo de Papá Noel como de los Reyes Magos; nos felicitamos la Navidad masivamente, y se crea un ambiente decorativo en ciudades y hogares casi mundialmente. Y aunque el Estado es aconfesional, la Navidad es promovida en la práctica totalidad de ayuntamientos y otras instituciones, del ámbito mundial de influencia cristiana. Todo ello, suscita la cuestión y observación de por qué esta fiesta suscita valores tan universales y tan potentes para que creyentes y no creyentes, niños y adultos, y sobre todo las familias e instituciones promuevan su celebración y de manera muy intensa, aunque se quiere silenciar la raíz confesional y religiosa de la misma fiesta.
Podemos señalar que el ser humano conlleva en su ser propio una faceta de ser lúdico, que quiere disfrutar y vivir la vida desde la diversión y el ocio; he aquí un motivo por el que las fiestas siempre son bienvenidas y acogidas con sentido celebrativo. Es éste un motivo del carácter universal de la celebración. Pero, por otro lado, el arraigo e intensidad que tiene la celebración de la navidad no es explicado únicamente por las ganas de fiesta, hay algo más, y son los valores inherentes al sentido religioso de la navidad: son días de buenos deseos, de la celebración del amor en sus múltiples formas, la fraternidad, el amor en familia, los deseos de paz, la esperanza en lo bueno y lo mejor del ser humano, y todo ello, porque Dios ha nacido, afirma el cristianismo. Lo que el cristianismo propone enlaza totalmente con los mejores deseos de cualquier y todo ser humano, por ello, es una fiesta tan bien acogida, pero, a su vez, el hecho cristiano de la navidad que está siendo cada vez más silenciado, a la par que la celebración navideña es más espectacular, nos da idea de que la celebración no se corresponde con lo celebrado. Estamos ante el fenómeno de la secularización, en la que la celebración se desvincula de su verdadera razón y se vuelve cada vez más artificiosa, materialista y espectacular, pues crece en exterioridad, pero se va vaciando de interioridad y contenido. Básicamente, en lo externo, todo son luces, regalos y buenos deseos, pero ¿cuál es la razón original? Parece ser que el materialismo consumista va sustituyendo la razón histórica por una razón instrumental de tipo mercantilista, que es la que más alumbra las calles, pero y ¿la inteligencia: qué o quién la alumbra?