Alfonso José Ramírez

Eudaimonía

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Giro realista

02/02/2024

Tras la lectura del anterior artículo de esta misma sección, titulado: Los éxitos del posmodernismo, se concluía, que la posmodernidad ha sido un proceso de deconstrucción. Analizada la actualidad desde esta clave, asistimos en el transcurso de las últimas semanas a la noticia de que se va a llevar a cabo una revisión de las inercias de género y etnocéntricas en el Museo Nacional de Antropología o el Museo de América, iniciativa promovida por el ministro de Cultura español. Estamos ante la tendencia revisionista del pasado con la pretensión de restablecer la justicia para con las víctimas del pasado y de este modo reconstruir una visión justa del pasado bajo las claves ideológicas del presente. En definitiva, se quiere deconstruir lo que pasó, lo pasado, no para reconstruir la memoria histórica de lo que exactamente ocurrió, sino que se quiere reconstruir un relato a medida de lo que se considera justo bajo la consideración del que tiene el poder ideológico en el presente. Si no se admite como versión oficial la de los acontecimientos, se propone otra como visión oficial, pero, ¿cuál es la real?
La deconstrucción no se restringe únicamente al ámbito de la llamada memoria histórica, sino que se extiende a otros ámbitos de naturaleza humana, como la inteligencia o la sexualidad. El proceso deconstructivo posmodernista aplicado no solo consiste en deconstruir una filosofía del ser humano únicamente, sino que en el lugar de lo demolido se quiere reconstruir otra versión diferente de lo existente: es un drama en dos actos. Equivale a sustituir lo que no gusta o se considera denostado o del pasado por otra versión de lo mismo, considerada como progresista. En el caso de la sexualidad humana, se ha deconstruido la concepción antropológica dual de la sexualidad para convertirla en una concepción de la sexualidad poliforme y diversa, según el deseo subjetivo del individuo, las relaciones afectivas se pueden establecer desde el mero deseo, sin base biológico-corporal. La entidad de la naturaleza humana se deconstruye dando paso a un cambio de identidad antropológica que desdibuja las líneas divisorias entre los sexos, e igualmente, desdibuja las líneas y/o fronteras con las máquinas, en el campo de la inteligencia humana, el proyecto ciborg es la nueva modalidad de humanoide que incorpora intrínsecamente la técnica artificial como dimensión corporal propia. 
La deconstrucción política también se está llevando a cabo con la legalización de la amnistía respecto del estado legítimamente constituido y constituyente en su Constitución. La deconstrucción está omnipresente. E igualmente se ha deconstruido la situación propia y específica del ser humano en el conjunto de las especies, pues el ser humano es considerado dentro del especieísmo una especie más en igualdad de condiciones que el resto de animales, con idéntica dignidad. Y no es casualidad que, en este contexto, una mujer haya decidido dejar su herencia a sus mascotas, que a los perros se les quiera hasta el punto de llamarlos <perrhijos> o que se convierta en noticia el afianzamiento del modelo de familia multiespecie. Todo esto, que puede parecer absurdo e irracional, manifiesta inequívocamente la pérdida de referencias para saber dónde están los límites y la frontera con el resto de especies animales y el mundo artificial de las máquinas: ¿llegará el día en el que un robot pase a ser considerado como un miembro más de la familia? Ni somos un animal sin más ni somos un híbrido de cuerpo humano y máquina. ¿Qué somos en realidad?  Pregunta que nos aboca a la gran pregunta: ¿quiénes somos? Si apostamos por considerarnos un qué, estamos en la línea de concebirnos como objetos, si estamos en la línea de considerarnos un quién estamos en la línea de considerarnos personas. ¿Pero en realidad qué o quiénes somos?
Las dos palabras que nos han de resituar son persona y realidad, o realidad y persona, pues la realidad es lo primordial de todo: ser real. Da la impresión que en medio de este difuminado antropológico hemos perdido la conciencia de nuestra identidad, y se ha instalado la confusión con respecto a los animales, las máquinas, la realidad virtual, la inteligencia artificial… Lo que hemos de recuperar para volver a reconocer nuestra identidad es la realidad, sabernos reales. Hemos de volver con Zubiri a la realidad, gran pensador contemporáneo y español de la misma, pues hemos de volver a recobrar el sentido de lo real. La realidad es mucho más amplia y sugerente que una ideología, pues la ideología es una simplificación o tergiversación interesada de la misma. Encontrándonos con lo real, nos encontraremos con nuestro ser persona. Eh ahí la brújula de nuestra identidad.