El pueblo de Israel es el pueblo elegido de Dios, es el pueblo de su predilección. Les promete una tierra, un lugar estable para vivir. Si la desobediencia originaria, que aparta de Dios, nos convierte a todos en nómadas sin tierra y apartados de Dios; ahora, con Dios, el pueblo recibe también una tierra. Es una imagen que trasciende lo material y físico. Es el pueblo de Israel el que no sabe entender que esta elección y esta promesa no es en exclusiva, sino que son primicia. La misión y tarea del pueblo de Israel no era encerrarse enrarecidamente en contraposición a otros pueblos, sino llevar a Dios creador como fuente de salvación para todos los pueblos.
Desde esta perspectiva, Jesucristo transciende cómo se entiende la religión y traspasa límites que el pueblo judío no estaba dispuesto ni a aceptar ni a admitir. A Jesús lo vemos muchas veces al otro lago del Jordán, en Tiro y Sidón, en la Decápolis o, sencillamente, atravesando Samaría. Jesús mismo se sitúa en situación de impureza al relacionarse con pecadores, paganos, y todo tipo de situaciones al margen de cómo se vivía y enseñaba la Ley. Jesús la entiende de otra manera. Ir a esos lugares no es una cuestión física, sino teológica.
Este domingo es el siguiente a la epifanía, la manifestación de Jesús a todos los pueblos, la universidad del evangelio A todos los pueblos a todas las gentes. Nuestra misión como bautizados es la de abrir el mensaje salvador a todas las situaciones, a todas las personas. Dios camina con nosotros, su pueblo.