Alfonso José Ramírez

Eudaimonía

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Tecnología y deshumanización

28/02/2025

La película Historias de la radio de José Luis Sáenz de Heredia, de 1955, es una película, en parte documental, que testimonia el impacto de la radio en la sociedad, al consolidarse como uno de los medios de comunicación más importantes de la época. Versa sobre cierto concurso radiofónico que repartía dinero para ganar audiencia, y por ello, atraía a participantes ansiosos de ganar de dinero, tales como, el inventor que ha de presentarse vestido de esquimal para poder ganar dinero para costear su patente; el avaricioso ladrón que implica a la víctima del domicilio, en el que está robando y, el maestro de pueblo que desea pagar una delicada operación a uno de sus alumnos. En la tercera historieta, un pueblo entero se vuelca con la causa de uno los miembros menores del pueblo, un niño que tenía una enfermedad mortal y, cuya única solución posible pasaba por recaudar fondos para desplazarse hasta Suiza para acceder a una operación imprescindible para salvar la vida; el profesor va al concurso de la radio y consigue ganar el premio. 

Cada una de las historias se convierte en una lección de humanidad, pues es capaz de convertir cada circunstancia es un despliegue de buenas intenciones y realizaciones, tanto a nivel individual como comunitario. Cada historia, de manera singular, es capaz de conmover al espectador, ya que moviliza lo mejor del ser humano, las mejores acciones de solidaridad, altruismo, conversión o cambio de actitudes, en sus protagonistas, pero claro, al término de la película, surge la cuestión: ¿arte o realidad?

En aquella década, el cine era muy directo, humano, sin apenas efectos especiales ni secundarios, lo primario era la puesta en escena de los actores, su representación, diálogos y escenas junto con la trama. En ocasiones, como la mencionada película, el enfoque es muy humanizador, pues los tres casos tienen por protagonista al "otro", no al yo. Se trata de ayudar al otro y, en torno a la palabra ayuda-solidaridad-colaboración surge la trama. ¿Y si extrapolamos esta temática de un cine de gran calidad humana a nuestro momento presente: en qué hemos cambiado para que se pueda afirmar que vivimos en una época de mayor deshumanización?
El cine mismo se ha vuelto mucho más tecnológico, pues cuenta con muchos más recursos que lo hace infinitamente más espectacular. No deja de ser una paradoja que en nuestro recorrido antropológico cultural, desde hace unos setenta años hasta el presente, se establece la ecuación de a mayor y mejor despliegue tecnológico, ¿menor humanidad? 

Pienso que un indicador de la calidad humana de una sociedad está en su preocupación y ocupación por el otro, de manera altruista y comunitaria. El otro es fin en sí mismo, nos recuerda Kant, y el otro es mi tendencia fundamental, explica Lévinas, hacia el que tiendo, por quien soy, y me explico a mí mismo desde el otro; irremediablemente estamos afectos por el otro. Aparente paradoja, ya que soy yo, porque el otro existe. La persona y la personalidad no se construyen desde el yo y por el yo, sino a través del tú. Ha habido autores que nos han hablado de la radicalidad del yo construido como alteridad. 

La actual tecnologización de las relaciones humanas, nos llevan a crear modelos de relación en red, establecemos lazos de comunicación, de intercambios informativos y de datos. Somos inforgs, pues formamos parte de un entramado comunicativo con estructura de red, y para este modelo de relación las relaciones humanas se basan en la comunicación, pero estas relaciones se dan generalmente sin rostro, sin circunstancia -que diría Ortega-; se vacían de dimensiones esenciales, pues el otro es rostro y circunstancia y si conozco ambas facetas llego a él, a su identidad, a lo que le sucede en su proyecto vital, a lo que vivencia, a lo que le preocupa y ocupa, y si conozco su tesitura personal concreta, me puedo preocupar por él, ocupar de él y ser afectado por él.

Por todo ello, nuestras comunicaciones son cada vez más superficiales, externas, de mero discurso textual, unilineales, sin un alguien con quien entablar lazos humanitarios de comunidad. Faltan rostros, seres humanos de carne y hueso, construidos desde lazos temporales.