Este viernes de rebajas del Black Friday ha llegado a nuestro calendario, parece ser, que para quedarse y, a su vez, tenemos como trasfondo el efecto de la dana -justo hoy hace el mes- con todos aquellos pueblos y familias afectados, que aún andan entre barro, palas y militares. Y ambos hechos, ¿guardan alguna relación? Por un lado, el día americano de las rebajas, importado en España, y los efectos desastrosos de la dana, convergen si dirigimos la mirada al cuidado ecológico.
Por un lado, el día de las rebajas es consecuencia de un modelo de producción conocido como industrialismo, en el que modelo económico del capitalismo tiene como finalidad producir cuanto más mejor para aumentar beneficios, basando su incremento en el aumento del consumo, y por lo que vemos, en un nivel desmesurado, si lo relacionamos con los efectos que esta mega-producción conlleva de cara a la explotación de materias primas y sus efectos en la naturaleza y medio ambiente. Este modelo de producción siempre creciente arranca en la Revolución Industrial, momento de desarrollo económico basado en la ideología del progreso: la producción traerá el mayor progreso y bienestar material, una de las bases del credo capitalista y neoliberal.
A la par que arranca la Revolución Industrial desplegando el credo en el progreso ilimitado, nacía sin saberse en la conciencia colectiva, lo que posteriormente, la comunidad científica ha coincidido en llamar el cambio climático. Hacia 1990 hay un acuerdo de unanimidad por parte del grupo de científicos que entorno a la ONU analizan los síntomas y causas de lo que denominan el calentamiento global. Sin embargo, había sido casi un par de décadas antes, en 1972, cuando se lanza el informe denominado Los límites del crecimiento, que por parte del Club de Roma y un grupo de investigadores del MIT dirigidos por Denis Meadows, que con la ayuda de las nacientes herramientas cibernéticas, pronostican un escenario de futuro próximo, en el que a consecuencia del incremento de población mundial y de la economía los escenarios de contaminación serían altamente destructivos respecto de la naturaleza.
Se empieza a despertar la conciencia ecológica, se empiezan a realizar conferencias, cumbres, a publicar informes para tratar de reducir las emisiones contaminantes y poder anticiparse y aminorar los efectos del crecimiento industrializador, precisamente en el momento de mayor alcance de la globalización; si la economía se estaba globalizando a nivel mundial, la contaminación, también se estaba expandiendo correlativa y proporcionalmente a nivel planetario. Se empiezan a instalar en la conciencia colectiva la idea de desarrollo sostenible, medio ambiente, biosfera, ecología profunda y superficial, y surge en el ámbito ecológico la corriente filosófica y mística conocida como ecosofía, se llega a venerar la tierra como madre, se mistifica y adora; surgen las tendencias naturistas entorno a la alimentación del veganismo, los vegetarianos… y se multiplican los movimientos ecológicos vertebrándose de manera organizada en ONG. La voz autorizada de la iglesia, el Papa también publica su encíclica Laudato si para concienciar del lugar y valor de la naturaleza en relación al ser humano y en relación a Dios. Surge la conciencia revisionista que sitúa como originante del problema ecológico la cosmovisión antropocéntrica campante del ser humano que devora todos los recursos; se llega a acuñar el término de homo industrialis, y se propone la alternativa del ecocentrismo. Si la sociedad se organiza de manera asociativa como movimiento ecológico, a nivel institucional, los gobiernos realizan cumbres y adoptan medidas políticas para frenar este posible desastre ecológico.
Tras medio siglo de concienciación ecológica, llegamos a un Black Friday, ansiando las compras rebajadas y gangas del momento en un marco de industrialismo desaforado, somos compradores depredadores sin conciencia ecológica, y simultáneamente, vemos a las gentes de Valencia limpiando el barro de las calles, efectos, que en cierta medida, se podían haber evitado. Parece ser que las tareas de cuidado ecológico estaban por hacer otra vez más, y la dana nos ha sorprendido.
No deja de asombrar cómo estaban los cauces sin cuidar ni limpiar según los parámetros ecológicos, repletos de cañas silvestres. Sí sabemos por qué se ha permitido restar a la naturaleza sus cauces naturales con las construcciones legalizadas en zonas no urbanizables, a saber a qué precio -ahora sí nos damos cuenta-. Por otro lado, cauces de ríos estrechados para decorar las ciudades. En este día converge una palabra que llama a nuestras conciencias con toda la seriedad de la catástrofe: respeto a la naturaleza, no podemos sobreexplotarla ni podemos intentar domarla artificialmente. La naturaleza es libre y es nuestro Oikos -hábitat o ecosistema de vida-. De un modo u otro estamos pagando nuestra falta de ética ecológica. Vivimos esquizofrénicamente nuestra relación con la naturaleza, más bien desoyéndola y descuidándola.