Hace unos días que fuimos convocados por la poeta y escritora Charo Bernal. Ella indaga y ofrece actos literarios nada convencionales, los impregna de una naturalidad y elegancia óptima a la vez que le gusta indagar también en algunos autores, tanto nuevos como consolidados.
En su penúltimo acto poético dedicado a los poetas manchegos se rodeó de un rapsoda de excepción, Javier Naharro, poseedor de una voz excepcional que para sí la quisieran muchos actores actuales, incluso los expertos, la voz de Naharro representó a un grupo de poetas manchegos, hombres y mujeres, ya fallecidos por cierto. Junto a ellos y a otros poemas, además de la poesía intercalada y cantada por Vicente Castellanos, también hubo otros poetas representantes actuales de lo que es la poesía ciudadrealeña y allí se intentaron resolver conceptos dignos de investigar sobre la poesía anterior y la actual de La Mancha.
Eladio cabañero, Ángel Crespo, Sagrario Torres, Félix Grande, Nicolás del Hierro y Elvira Daudet fueron declamados al tiempo que los nuevos poemas del resto de poetas (vivos) se sucedían de la mejor manera para hacer contraste, si es que se puede, y para ofrecer algo distinto, o simplemente para celebrar las diferencias y semejanzas.
Confieso que llevaba preparada una pequeña disertación sobre el tema, que se me pidió, pero ante la estructura ideal del acto poético, no me atreví a sacarla a la luz, por eso es que ahora hago estos comentarios cuando Charo también esta semana nos ha ofrecido otro acto, el último, donde la música andaluza y poetas como Villalón, Rafael Alberti, Bécquer, Lorca, etc. han sido reverenciados a golpe de fandangos, habaneras y flamenco. Y junto a nuestros poemas.
Enhorabuena a Charo Bernal por llamarnos a sus diversos y cálidos actos poéticos, y por investigar en estructuras poéticas que no son las del clásico recital musical del postureo. Los poetas venidos de Sevilla se sintieron muy agradecidos por el hermanamiento del verso de aquí y de allá. Queda la vuelta, de los andaluces se sabe que la lían donde van, en el mejor sentido, son dados a la alegría, a la chanza, al sentimiento y lo expresan maravillosamente.
Tiempo primaveral con Manchalucía, habrá que repetir estos encuentros. No estaría de más indagar cada año en la poesía manchega, en cómo avanza, en cómo se rebela, si es que lo hace, y en cómo se distingue de poéticas más antiguas o actuales. Charo me sugirió que hablara de Cántiga, la obra que se acerca al final de su primer cuarto de siglo adoptado. Mucho ha cambiado todo desde aquel 2016. Ella sabe que Cántiga pervive y alguien más, aparte de mí misma, debería escribir a modo de ensayo, nuevas características de lo que se cuece en poesía manchega, andaluza, española y en idioma castellano. Pero eso será para otra ocasión. Ojalá podamos ser testigos en el segundo cuarto de siglo. Por ahí seguiremos, gracias, Charo Bernal. Eugenio Arce, Elisabeth Porrero, Juana Pinés, Diana Rodrigo y yo misma