Ayer, es broma trufada con lágrimas de la buena gente, que son, por cierto, mayoría cualificada que mucho más importante en la vieja España de nuestros amores y dolores, había gentes, sanas por ahora pero rodeadas de nauseabundo y peligroso olor a riada asesina y a ineficacia en la lucha contra los efectos de dicha riada, que andaban moderadamente contentos o, al menos, casi, casi. La razón del contento tal, explicaban unos y asentían otros, radicaba en que en las altas instancia políticas de nuestro país, en muchas instancias, muchos despachos, muchos entornos… de malgobernanza, olía ya digo que decían, igual o peor que en las enormes extensiones de terrenos levantinos, triturados, literalmente, por la puñetera dana. Y ¿por qué?, pues simple y llanamente porque los últimos e importantes casos de corrupción política, -ideada, generada y aplicada por gentuza políticas, no importa tanto el, o los culpables, o las culpablas, estaba inundando docenas de despachos, aseos y huecos miles de mesas y armarios de despachos. Y lo malo es que no sólo no se veía ni percibía arrepentimiento alguno ni cosa que se le pareciese.
Más una vez, estas siempre quijotescas líneas, he escrito, por si servía de algo, que ya veo que no, que más importante que tener un sentimiento democrático de medio pelo con muchas leyes y mucha faramalla, era el contar con un número tasado de políticos intachables, a los que bajo ningún concepto, pudiese alguien ponerle las orejas coloradas y, mucho menos, arrastrarlo -literal y figuradamente- por los juzgados. Verán que, para nada, ni siquiera para eso, he mencionado colores, idearios, inclinaciones ni cosas parecidas. Cada cual puede tener la ideología que deseé y guste, pero no se puede tolerar, por la masa humana que acude a las urnas, que determinadas normas, leyes, o como queramos llamar al tinglado resultante, acabe llevando a un país a la ruina moral, y por ende, política, económica y hasta deportiva. Esto nos está pasando ya en España, sin duda por culpa de unos y otros, aunque más por culpa de unos que de otros.
España, por su modo de ser, es más proclive a instaurar democracias imperfectas, ¡valoren los últimos acontecimientos!, y respóndanse a sí mismos. Tenemos, para mal, grupos políticos que, en sus días de poder, han cometido toda clase de desmanes. ¡Toda!. Desde pasarse en lo sexual, hasta patalear derechos de los no afines, pasando por el robo en castellano puro; y como no quiero parecerme a la ministra Montero, reina de la verborrea más chabacana y sectaria, ni me olvidaré de los que han robado a los trabajadores con los eres andaluces, ni, por supuesto, de los que, envalentonados, ordenaron apretar ciertos gatillos asesinos para clarificar el panorama de entonces.
Dejen los insultos, las purgas, el metisaca de la saca… el pueblo español no se lo merece.