El pasado martes escribimos sobre las mujeres y Federico Romero y hoy cerramos la serie con el diálogo que mantienen el autor y su inseparable criado Victoriano que siempre anda al quite, para desbaratar cualquier ligero entuerto. Volvíamos del campo ante la amenaza de un turbión otoñal. Las calles del pueblo aparecían abandonadas y desiertas. ¡Qué tristeza hay ahora en las calles! ¿Dónde está la gente? Le digo a Victoriano él satisfecho de conocer un secreto, me responde «Toas están en la rosa y toos en el campo».
Y le responde el autor: «Ahora entran en una casita blanca. En el patio enguijarrado hay una docena de mozas en torno a una larga mesa mondando la rosa del azafrán con afán. Allí están, deliciosamente familiarizadas la moza rica y la pobre labriega, la señorita peripuesta con la mozuela remendada. Entre risas y murmuraciones, sus dedos sutiles extraen de la corola violada las hebras de azafrán y rivalizan en su destreza con cierto egoísmo». Ahora le toca al labriego culto: «Oveja que bala pierde bocado», dice Victoriano sentenciosamente. En efecto, nunca vi una piña de mujeres tan laboriosas- dice Federico Romero-. La quinta parte de lo que monden es para ellas. Aquí no se paga jornal. En esta labor no se desdeña a nadie de aplicarse. Ninguna viene sin que haya sido invitada. Un zagal rubio se cruza con nosotros en la calle. Luego Victoriano se acerca con sigilo y me dice: ¿Quiere usté ver a onde va ese? Arrímese usté a la puerta. Nos acercamos cautelosos. En el fondo del patio, una moza y su hermana mondan la rosa del azafrán. El zagal ha llegado a su vera y comienza a ayudar en la faena, mientras acaso rima en los labios un madrigal. «Eso es echar el clavo», me replica mi hidalgo ayudaor. Los novios vienen a aumentar la partija de las novias y ellas lo agradecen. Es dinero que queda para la dote.
Para obtener un gramo de azafrán seco se necesitan los estigmas de 180 flores y para una onza, 5.200. Su aplicación es muy variada. Griegos y romanos lo utilizaban para perfumar el ambiente y le asociaban cualidades afrodisíacas y estimulantes. El budismo lo utilizaba en sus ceremonias religiosas y tras la muerte de Buda, sus discípulos escogieron el color del azafrán para teñir sus hábitos. Tiene aplicaciones culinarias como condimento de gran variedad de comidas, así como en farmacología. Las tablas de unidades utilizadas en el cultivo del azafrán son las siguientes: el celemín equivale a 536,66 metros cuadrados; la fanega a 12 celemines con una superficie de 6.440 metros cuadrados; la onza equivale a 16 celemines y cuyo peso es de 28,70 gramos y la libra equivale a 16 onzas y su peso alcanza 460 gramos. Y en esas estamos.