Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


España necesita un PSOEr

02/05/2024

El primer día en el que tuve que enjuiciar la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa, ¿o fue el primer día que, allá por 2017, tomó las riendas del poder en el PSOE, tras su pelea muerte política en 2018?, cuando me jugué el prestigio que los lectores han querido otorgarme, ¿si es que lo han hecho?, a lo largo de los  cincuenta años de comentar la actualidad política de nuestra tierra, al dar una cumplida opinión, descarnada como siempre y referida, también como siempre, sobre lo que en los principios, principios, del ejercer, como protagonista único, nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, me parecía, me barruntaba y, lo peor, me temía. 
Pueden suponer que, el tiempo me ha dado la razón y aún se han quedado cortos ambos, el tiempo y la razón, convertida en resultado o balance, del tiempo que lleva ejerciendo el poder en ambos centros, Moncloa y la calle Ferraz, casi semiesquina con marqués de Urquijo, a tiro de piedra de la antañona y acreditada heladería Bruin, semiesquina a pintor Rosales, el templo gelatero donde se ha hecho el mejor helado de aceite de oliva de la historia.
De Sánchez, al que sus críticos y/o enemigos de profesión y poder han llegado a llamarle Perro Sánchez en lugar de Pedro Sánchez, allá por 2016, fecha en que la serpiente comenzó a mover la cola, con el único objeto de hacerse con el máximo poder, puedo afirmar que no había oído hablar de él y que me sorprendió la facilidad, la decisión y el valor que le puso a la pelea. No era de locos o memos pensar que si todo aquel potencial lo ponía al servicio de España, al buen y decente servicio de España, podía estar ante un político de los que marcan época. Pero ¡hay ladrón!, no hubo que esperar mucho para que el lobo, que es en lo que en realidad tornó Sánchez, enseñase a todos, especialmente a los que ganaron la Guerra Civil, su amenazadora patita. (Esto es lo que dice el cuento; yo más bien creo que lo que enseñó fueron las cuatro patazas, con garras incluídas). Pronto vimos todos, todos, que detrás de este chico no había sino ganas de revancha, quizás alentado por el gran reactivador del tema de los cadáveres mal enterrados en cunetas y descampados de España, y el deseo, heredado del ex presidente Zapatero, de obtener alguna victorieja, lógicamente ficticia, de que la Guerra la había ganado la izquierda. 
Ahora, cuando andamos en una encrucijada de elecciones, cuando la unidad de España está casi más en peligro que en 1936, por culpa de la necesidad de Pedro Sánchez de mantenerse en el poder cueste lo que cueste, cuando -desde este Yelmo mismo- hay una serie de instancias y personajes; ex presidentes del Gobierno, ex presidentes de partidos; etc., de gran prestigio, que llevan meses reclamando un saneamiento del talante, los modos y el lenguaje de nuestra vida pública, intolerable a todas luces el panorama actual. Y no, ya se ve que Sánchez es un hombre amoral, que no respeta barreras de ningún tipo y que no le importa montar el indecente numerito de la reflexión, una burla para todos, y demás, en el que le ha acompañado su esposa, de la que se ha hablado más de lo que convendría a todos.
No soy polítologo ni cosa por el estilo; sólo un modesto periodista que lleva dándole a la tecla algo más de medio siglo. No veo solución a la peligrosa deriva que lleva España. Sólo veo una capaz de neutralizar a este semiloco político, capaz de partirnos en 50 parcelas grandes o cosa por el estilo: fundar otro Partido Socialista en el que, tengan la seguridad, la herencia moral de Pablo Iglesias la tendría el nuevo PSOEr.