Ha costado, y mucho, desvelar una mínima parte de las pretensiones de Pedro Sánchez, la mayoría de las cuales, de las pretensiones, han estado veladas hasta para sus más cercanos colaboradores, y no digo que incluso algunas, las más íntimas, también para su esposa, más que nada para evitar respuestas acusándome de machista o cosa parecida. Así que, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, por su lado, y su esposa, Begoña, y el resto de los mortales, por el nuestro, dado que esta realidad, la dualidad apuntada, es piedra angular del infame tinglado que está montando este nefasto personaje. Porque Pedro Sánchez, nos guste o no, nos caiga mejor o peor, está instaurando una especie de régimen personalista, oscurantista a veces, personalista siempre, basado en medidas que desde un cierto tiempo acá nos recuerdan demasiado a esperpentos políticos con olor a café y ron, e, incluso, a marrasquino, que es licor de cerezas de origen europeo, concretamente del Cáucaso, trasplantado una calidad inimitable. Tal delicia de licor bien merecería algún alambique, legal, por supuesto, a los pies de las corrientes, del Jerte.
Pero vuelvo a la realidad fuertemente inquietante, a cuyo frente está nuestro ofídico presidente del Gobierno, al que no le faltaba, para ser un personaje de lo más completito del tablero mundial, que una recién descubierta afición al género epistolar aplicado al día a día de la política. Porque a la final, que decía aquel, todos somos iguales, o casi, y las diferencias, diferenciadoras, sólo servían, antes, que hoy ya ni eso, para que no te cambiaran el abrigo, o el sombrero, en los guardarropas, siempre y cuando se tuviesen las cosas citadas.
Y Sánchez, quizás aburrido, quizás, no sé, ha vuelto a tomar la pluma y queriendo imitar, que digo yo, a don Francisco de Quevedo e, incluso, al inalcanzable Miguelón, el castellano manchego más universal, después de Sanchico y don Alonso, que estos van siempre por delante, se ha dirigido a sus paisanos, nosotros, los de por aquí, para pedir el voto de manera más personal que nunca, y es que algo debe saber, o está pasando, que le obliga a suplicar en idealizada y genuflexa postura. Sigue, pobre payaso político, insultando a los ciudadanos al creer que les cuela todo lo que les lanza, aunque esa basura no quepa ni por las bocas del Vesubio, ni por alguna de las más que extintas de Calatrava.
Así que ya saben. Sánchez debe andar con alguna mosca tras alguna oreja. España no se merece que las señorías de Ferraz, en su cándida disciplina, nos retroenvíen a la autarquía. Así que, ya saben. No sería lo peor aislar a Sánchez, le vaya a coger el gusto a gobernar por carta.