Desde que empecé la carrera de derecho me aficioné entusiásticamente a la lectura. Todo fue por un libro escrito precisamente D. Mario Vargas Llosa. Nuestro homenajeado por entonces se definía como comunista, y había escrito La Ciudad y los Perros que creo que fue su primera novela. Intentó por todos los medios que se publicase en España, pero la censura en pleno régimen franquista se lo impidió en muchas ocasiones, aunque finalmente con unos retoques y la supresión de algunos párrafos lo logró. Precisamente la prohibición inicial de la dictadura lo que consiguió fue publicitar y hacer famoso el libro, y engrasar su difusión que empezó en España y terminó traduciéndose en prácticamente todos los idiomas. En mi época universitaria para presumir de intelectual, que no de progre, tenías que haberte leído El Lobo Estepario, haber ojeado algún libro de Albert Camus, saber de qué iba Sartre, Stuart Mill, y por supuesto opinar sobre la democracia, el comunismo, el socialismo, la social-democracia, que empezaba ya a desplazar al comunismo en Francia y en Italia. No podía faltar haber asistido a alguna de esas sesiones de cine especial para ver el Acorazado Potemkin, Cuerno de Cabra y alguna que otra película de Bergman. Un verdadero coñazo prepararse en los 70 para no quedar como un ignorante. En las tertulias de aquella época era imprescindible pasar por intelectual para no hacer el ridículo. De pronto no se quién me recomendó el libro de Vargas Llosa y descubrí otra literatura. Vargas Llosa además escribía divinos artículos en El País de entonces, y recuerdo uno de ellos que hablaba de los fenómenos que ocurrían en Hispanoamérica y de cómo los europeos nos sorprendíamos cuando nos hablaban de lluvia de ranas y cosas así. Artículos divertidos que salían publicados habitualmente en ese periódico que empezaba a despuntar y que se convertiría en el Boletín Oficial previo al verdadero Boletín Oficial con Felipe González. Solo había otro escritor, también de artículos, Borges, antisocialista, que podía competir con Vargas Llosa, aunque era criticado precisamente por la izquierda al no ser de su cuerda. Vargas Llosa renunció al comunismo y se presentó como liberal a presidente de Perú, elecciones que perdió contra Fujimori. Se inspiró muchas veces en otro fenómeno de la literatura, D. Julio Cortazar, ambos se alababan y se admiraban de continuo. Luego empezaron a llegar los reconocimientos, los premios, el Nobel, el Príncipe de Asturias y no sé cuantos más. Si tuviera que elegir un libro de los que he leído de Vargas Llosa sería 'La Fiesta del Chivo', trepidante donde los haya y que narra la historia criminal del dictador Trujillo y sus últimas bocanadas en la República Dominicana. La vida sentimental de nuestro ínclito escritor fue tan movidita como sus propias novelas, desde su tía Julia, su prima Patricia, con el lapsus de Isabel Preysler y la vuelta con Patricia. La Preysler se había quedado viuda de una ristra de personajes. Hoy se suma D. Mario a su lista. Se refugió donde más cariño le habían dado, y hasta el último momento aparentaba el señor que había sido durante toda su vida. ¡Un hurra por el Vargas!