Los alumnos que ya fueron malos en PISA han ido a peor con los años. Ese el titular que nos tiene preocupados fue leído hace escasos días y más o menos venía a decir que los alumnos españoles, tanto los que cursan Primaria como los de Secundaria son cada vez peores, principalmente, en competencias básicas: matemáticas, comprensión lectoras y resolución de problemas que se mantienen alejados, desde hace años, de los resultados obtenidos por sus compañeros de pupitre de la mayoría de los países europeos, según el informe del Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de la población Adulta de la OCDE que evalúa el nivel de la población adulta de 16 a 65 años.
Algo no funciona bien en nuestro país, puesto que con los años que llevamos, deberíamos ser más competentes y este informe competente de la población adulta precisa lo contrario:los adolescentes que hace años en el informe PISA presentaban bajos niveles en estas materias, no han mejorado en las últimas década, sino todo lo contrario, se alejan más de sus coetáneos en los países de la OCDE. Han ido a peor y reclaman una mejora en nuestro sistema educativo y más formación continua para frenar esta tendencia que acaba impactando en la economía, en la salud de la población y en su bienestar y que significa que España no ha hecho sus deberes en formación continua. Los expertos reclaman cambios en el sistema educativo. Cuando perdemos competencias durante la vida normal y adulta significa que el aprendizaje a lo largo de nuestra vida no se produce y algo fallaba.
La ley de Calidad de la Enseñanza de 2002 fue otro intento más de dar soluciones que fortalecieran el sistema educativo que llegaba con la LOGSE muy debilitado. La mayoría de los profesores aguardaban con expectación esta ley. Un cuerpo docente que había asistido sumiso y pasivamente a la degradación paulatina de la autoridad y dignidad profesional. Lo que menos importaba de esta ley es el término valorativo de calidad. Lo que más preocupaba a los docentes eran otras cosas: el rendimiento escolar, la disciplina dentro de los colegios, la adecuación de las enseñanzas a las necesidades sociales, la promoción de curso en los alumnos y la creación de itinerarios a las necesidades y aptitudes de cada uno de los estudiantes. La revisión educativa que contempla el proyecto presentado no iba a suponer la panacea que arregle el sistema educativo, pero era un intento loable que abría la esperanza de un futuro mejor. Hubo profesores a favor y detractores. No siempre los presupuestos de unos y las respuestas de otros coinciden en la misma dirección. Menos mal que los derechos y deberes de los alumnos que en la LOGSE estuvieron desequilibrados, habían desaparecido, afortunadamente. También era preciso establecer mecanismos que permitan adaptar las normas de convivencia a las necesidades de los centros. La citada ley tuvo vigencia hasta que llegó un nuevo gobierno que, como suele suceder, cambió de Ley no para mejorar, sino para empeorar. Y en esa estamos.