No puede ser. Esta vieja y, tantas veces, rechazable tierra que es nuestro planeta, no tiene arreglo. Ni que se trate de uno de los dos hemisferios, Norte o Sur; o que los hechos de que se traten sucedan en una de las cuatro estaciones, invierno, verano, primavera u otoño -las estaciones de Vivaldi, son otra cosa bien distinta-, o que la cosa de que se trate sucedan y/o afecte a pueblos cuajados de blancos, negros o cobrizos, que es como a los de mi generación estudiantil nos enseñaban, en la escuela, las razas humanas. Y es que, ahí están las hemerotecas escritas, habladas y mixtas, en las que podemos ver, seguir o comprobar, el nivel científico, moral, humano, de lo actuado por los seres humanos en cada jornada de trabajo, político o civil, y que debería ser el motor de todo aquello que debe ser puesto al servicio de los ciudadanos de, como digo, toda raza, credo y condición.
Pero ya ven ustedes que no. En este mundo cruel, y no es broma, lo mismo se trituran a un personaje de raza blanca, nacido en la vieja Iberia, con la política partidista como tarea, que se asalta una embajada de un, hasta cinco minutos antes, país hermano, como les ha pasado a los inventores del Pisco y el tequila; o siguen masacrando palestinos pese a las ridículas presiones de Estados Unidos; o cogen un negro o un tostao para, como hicieron los colonos anglo en las Naciones Indias de los EE.UU., -unos 40 millones de siux, apaches, etc., dicen las malas lenguas- cargarse todo lo cargable y, desde luego, limpiando bien hasta en las selvas más profundas y salvajes. Pero como lo que nos atañe más directamente, la proximidad o la lejanía también juegan, es lo que pasa por aquí, pues verán ustedes cómo se está poniendo de agrio y odioso nuestro ruedo político, en el que los líderes de los dos grupos mayoritarios, PP y PSOE, parecen haber decidido degollarse por etapas, de manera y forma que el espectáculo se alargue. Al fin y a la postre cobran por eso y para eso, para dar espectáculo. Y en este aspecto, hay que reconocer que la izquierda, muy especialmente los que dicen seguir a Pablo Iglesias, se apunta al deseo y al hecho de dirigir la batalla que, de cara a seguir mandando en un 80 por ciento de la Vieja España, tiene a la greña, un día sí y otro también, a los pedros y los albertos, y a veces, con mucha acritud y muy poco estilo. O sea, que no están enseñando nada bueno a las generaciones de jóvenes, a los que, por cierto, ahora quieren enganchar al voto con 16 añitos. Atentos a esto, que les puede salir, y es un personaje relativamente nuevo en esta plaza. Me refiero al sucesor de Ávalos, que se está revelando como un apasionado de la descalificación programada del qué y para qué.