La tremenda competición –y me quedo corto– por levantar –esforzada, atrabiliaria y presupuestariamente a nuestra costa– el simbólico abeto artificial –tubo de acero, alambre galvanizado, encastres de aluminio, poleas de fibra, cable iluminado, símbolos laicos y farfolla decorativa made in China– más alto del país y alrededores, en estos días feriados, tienen entretenidos a los ciudadanos en el asueto pascual y pre-pascual. Y así nos olvidamos de la amnistía; que dicen ahora, que la amnesia es la mejor arma de Sánchez para combatir a los detractores y para celebrar la Navidad.
Atónitos estamos y quedamos, por los esfuerzos de Abel Caballero –alcalde socialista de Vigo– que compite por 50 centímetros con Xavi García Albiol –alcalde popular de Badalona–, que está dispuesto a encaramarse a la estructura temporal para ganar a esos centímetros gallegos por un pelo virtual y pascual. Pelo de tormenta. Los 40,5 metros de altura del árbol central de Vigo, que pugna por destacarse sobre el paisaje de los 40 metros de altura del árbol análogo de Badalona. Y eso que el alcalde de Badalona mide 1,90 metros. Puro debate turístico-folclórico-luminoso-residencial-virtual-electoral.
Todo por los números y la cantidad subyacente, 'reino de la cantidad', a la manera del trabajo lejano de René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, donde me preocupa más lo segundo que lo primero: los signos de los tiempos, atropellados de números locos y munícipes enloquecidos. Todo ello, ahora que los escolares fracasan, masivamente, en Matemáticas según el informe PISA 2023. Y así, los 98 árboles de Navidad de la Casa Blanca hablan el mismo lenguaje ferial, amnésico y competitivo –pero vacío, en suma– que la competición viguesa-badalonesa, como una nueva liga futbolera-navideña de los egos municipales. Igual que los 4.500 metros de cinta, 22.100 campanillas, 33.892 adornos y 142.425 luces navideñas del montaje navideño de la Casa Blanca, prolonga los 104 kilómetros de calles iluminadas de Barcelona o los cuatro millones de euros gastados en iluminación en Madrid. O el caso de Ciudad Real, donde la Asociación de belenistas propone un viaje al pasado de 800 años, en busca del belén originario de la ciudad de Greccio, donde San Francisco de Asís instaló el primer belén en 1223. Todo el vértigo de la historia unido al vértigo de los números y de los tiempos, que quieren dar por inaugurada la Navidad el 23 de noviembre. El diablo de los números, como llamara Hans Magnus Enzensberger a su trabajo, destinado a todos, por igual, que temen los números. Como ahora tememos esta Navidad numeral y numerada. Signo de los tiempos.