La escritora madrileña Conchi Moya señaló ayer que la novela Sin pedir permiso es una obra coral que muestra la situación de los jóvenes de hace 20 años. Sus protagonistas «son personas que están terminando sus estudios, que no saben muy bien como sacar las inquietudes que tienen y a partir de ahí surge la trama. Son sobre todo gente que quiere hacer cosas pero no quiere esperar a pedir permiso para hacerlo», señaló.
Moya presentó ayer en la librería Serendipia esta obra de la mano del autor de su portada, el diseñador gráfico ciudadrealeño Marino Masazucra. En unas declaraciones ante los medios de comunicación, la escritora recordó que esta novela se basa en su historia personal en una emisora de radio independiente en un barrio de Madrid, en La Ventilla, una experiencia que, a su juicio «era complicarse la vida», pero también un modo de «contactar con muchísima gente de colectivos sociales, ocupas, gente que hacía fanzines, periódicos de contrainformación y a partir de ahí de su pude descubrir un mundo de personajes muy diversos y muy amplios».
Moya reconoció que la mayoría de los personajes que pueblan Sin pedir permiso son una fusión de las características de distintas personas a las que conoció durante los siete años que duró su experiencia radiofónica, pero también hay algún amigo que se ha sentido plenamente identificado con el personaje que le representa.
Por su parte, Masazucra señaló que sus contactos con Conchi Moya son muy anteriores la publicación de este obra y fue la propia autora la que «me invitó a hacer la portada de esta obra».
El artista manchego confiesa que la lectura del texto le causó un fuerte impacto, «de modo que cuando me pasó el primer borrador del libro para hacer la portada, tuve un flashback, porque de alguna manera, lo que ella cuenta a través de la radio, yo lo viví a través de los fanzines, de la prensa amateur, que fue mi introducción en este mundo», aunque matizó que hay una pequeña diferencia cronológica, puesto que sus inicios están en los primeros años 90 en Ciudad Real, mientras que la referencia de la novela es de un lustro posterior. Así, «según iba leyendo, incluso con la historia de amor, me iban surgiendo las analogías», de modo que la portada fue «una forma de hacer la obra también mía».