A lo visto y oído, el pasado sábado 28, el madridismo sociológico –término acuñado por el otro president del club que es más que eso, més que un club, el ínclito Laporta, no sé si honorable, para referirse a las influencias desplegadas por el madridismo, que no madrileñismo, en tantas causas y asuntos– venció a las huestes del barcelonismo político, que eso sí que es bien visible y pregonable del club aumentativo, con su propia sociología propia a cuestas. Este sí, club de fútbol malabarista del alambre y de otras cosas como puede recordarse con los lazos amarillos decorando el Camp Nou, allá por 2017, en vísperas de la declaración unilateral de independencia del recuperado y restaurado Puigdemont. Bueno, pues pese a tanto hándicap adverso, casa, árbitros, afición, ambiente y opinión descentralizada, los blancos se llevaron el gato al agua en vísperas de Halloween.
Ahí es nada, con el lío arbitral pendiente del caso Negreira, Laporta –denominado 'Lapuerta' por otro presidente indomable, como fuera el sevillista del Nido, llamado por aquel 'Delniu'– y jugándose el encuentro en el territorio del barcelonismo político, territorio hostil podríamos decir, en pleno proceso de negociación para amnistiar a los políticos condenados en el denominado procés de 2017, a cambio de la investidura de Pedro Sánchez en 2023. Pero claro, en ese argumentario cruzado y perverso –no diré que pervertido, pero casi podría serlo– de política, deporte y sociología, al Madrid le toca soportar el peso de su supuesto franquismo, de su supuesto centralismo, del capitalismo duro de su presidente y de su denominación como Real frente a tanto republicanismo de denominación huérfana de realeza. Y claro, todo ello, es puro beneficio y puro ventajismo, frente a la limpieza competidora de los blaugranas, diezmados por los errores arbitrales y perjudicados tantas veces por tantas cosas.
Todo sociología adversa, no sé si electoral, deportiva o política; pero sí adversa para desestabilizar y desequilibrar las rectas intenciones del barcelonismo político y deportivo, que eso quiere definir y enunciar el dardo laportiano del Madridismo sociológico. Le faltó, y ayudado por los árbitros. Y, pese a todo ello, el Madrid venció en el estadio de Montjuic –que no deja de ser un advocación del antisemitismo catalán, con lo que está cayendo, que designa como tal un monte donde dar justicia al judío–. Y con ello me refiero al concepto acuñado por el escritor, culé hasta las cachas, Manuel Vázquez Montalbán, cuando fijó, en 1969, lo más inquietante de «el Barça como el ejército simbólico desarmado de Cataluña», que perfeccionaba lo afirmado por el presidente de Carreras de mes que un club.