Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


García-Page contra el silencio de los corderos

04/12/2024

Los aplausos fueron atronadores, como era previsible, pero las ausencias fueron más significativas aún, y también los silencios. El PSOE, este partido de Pedro Sánchez, parece a  veces una caricatura de eso otro partido que consiguió ser en algún momento «el partido que más se parecía a España». Este partido, en cambio, muy lejos de conseguir grandes mayorías como antaño, con un poder territorial menguadísimo, es experto en los juegos de sombras chinescas, en los cambalaches, en  aritméticas imposibles y en los silencios impostados.
Las aritméticas parlamentarias sirven para mantenerse en el poder a cualquier precio y 'venderlo' como 'la voluntad de la mayoría progresista' aunque en esa mayoría participe la reacción más casposa del universo independentista, desde Puigdemont hasta los herederos del racista Sabino Arana, un tipo cuya influencia en la historia de España debía estar ya bajo el tribunal implacable de la memoria histórica.  Los silencios sirven para legitimar un relato tramposo, pero las ausencias son la que ponen luz en las tinieblas.
Emilio García-Page quiso poner su grano de luz con su ausencia en la jornada final del congreso. Siendo, como es, un  caballo ganador decidió retirarse y no participar en el estruendoso 'silencio de los corderos'. La onda expansiva del 'caso Lobato' fue lo suficientemente certera como para ser al menos prudente y no tentar a la suerte poniendo la mano en el fuego por un Fiscal General cuando menos cuestionado (e imputado por el Tribunal Supremo) y una funcionaria de Moncloa cuyo comportamiento dudoso queda acreditado por algunos correos. De ahí a afirmar que hay toda una 'operación de Estado' contra la presidenta de la Comunidad de Madrid hay un trecho importante, pero no lo suficientemente largo y tortuoso como para despachar el asunto como una 'boutade' de la derecha, sin más, y a aplaudir y a callar.
Juan Lobato era un político aplicado al que, a pesar de su juventud, la gustaba una política más de otro tiempo. No es que en otro tiempo el nivel político haya sido espectacular, pero sí que ha habido más argumento, menos postureo, menos grito y más dialogo. Lobato estaba un poco como un elefante en una cacharrería y, a diferencia de Emiliano García-Page, sin un sólido poder sustentador. La baronía de Lobato no era tal y no  pasaba de ser una chocita construida a la orilla de un río caudaloso e imprevisible. Se la ha llevado por delante la primera riada de consideración. Algo que no puede ocurrir con la fortificación que sirve de anclaje a Emiliano García-Page.
Por lo demás, el Congreso Federal del PSOE transcurrió por los caminos previsibles. Felipe  González solamente ha salido en los videos para la nostalgia mientras que su presencia real ha brillado por su ausencia, como la de Alfonso Guerra, al tiempo que Rodríguez Zapatero aparecía a todas horas en presencia real, en directo, como la mano que mece algunas de las principales cunas en las que Sánchez hace sus malabarismos, como si este PSOE le tuviera a él, a Zapatero, como su primigenia fuente inspiradora y lo de antes (lo de Felipe) no fuera ya más que un reclamo publicitario para algunos incautos o quizá nostálgicos que pase lo que pase siempre votarán la papeleta del puño y la rosa, aunque lo que pase les ponga los pelos como escarpias
El Congreso Federal del PSOE no definió demasiado y todo lo dejó en esa suerte de 'cogido con alfileres' con los que Pedro Sánchez va ganando tiempo y esquivando realidades tozudas. Ahí está la llamada 'financiación singular' para Cataluña contra la que el presidente de Castilla-La Mancha ha hecho bandera. Malabarismo final en el documento que ni quita ni pone, que da la razón a todos, para finalmente dejar el asunto en suspenso a la espera de que Sánchez intente resolverlo en los despachos oscuros donde los aplausos no llegan y los silencios legitiman. Ese silencio es posiblemente la otra cara de la moneda de los aplausos atronadores. Hoy, los que añoran como eran los congresos del PSOE de antes, cuando el partido ganaba elecciones (que es algo más que ganar investiduras) y su poder territorial se extendía a lo largo y ancho del país como el puntal y el anclaje creíble de la España más progresista, no se reconocen en ciertas comedietas de bajos vuelos y aflora la nostalgia como si pudiera ser aún un arma cargada de futuro.